<
>

Solari, Aguirre, 'cuando estalle la guerra, estaré en la trinchera contigo'

play
José Ramón defiende el trabajo de Solari en el futbol mexicano (3:57)

José Ramón Fernández, Paco Gabriel de Anda y 'El Chelís' se enfrascan en tremendo debate sobre cómo ha sido la realidad del estratega argentino al frente del conjunto de Coapa. (3:57)

LOS ANGELES -- Las campanas doblan por Santiago Solari y Javier Aguirre. El pelotón de fusilamiento ya cortó cartucho. América es el hazmerreír de una festiva nación futbolera y mexicanísimamente adicta al bulliyng y Monterrey recibe las exequias alcahuetas en la zona minada de El Barrial.

“Cuando estalle la guerra, estaré en la trinchera contigo”, juramenta Joaquín Sabina. Él es voz del alma, pero quienes se los han jurado a Solari y a Aguirre, les han mentido y lo han hecho sus jugadores partido a partido, balón a balón y minuto a minuto.

Cierto, ambos, Solari y Aguirre, viven la penitencia implacable de sus propios pecados. Yerros sensibles, por ejemplo, en la elección de jugadores y en la asignación de tareas, porque han jugado ajedrez con novatos que les hurtaron la reina con la Trampa Elefante de Apertura o con el Gambito Englund. Bisoños, pues.

Bajo esta prolongada crisis, inmersos en un túnel lúgubre, sin una raquítica llama al final del pasadizo, los jugadores vociferan su alianza y solidaridad con el entrenador. Juran estar a muerte con el entrenador, sabiendo que no arriesgan ni su vida ni su salario.

Hipocresía zalamera y soflamera.

“A veces, el futbol tiene estos baches como equipos y en torneos cortos, se notan más y se hacen más grandes. Lo importante, de ahora en adelante, es sacar los puntos, tenemos que responderle a la afición en la cancha”, declaró Guillermo Ochoa a TUDN.

Bajo la doliente inspiración de Sabina, los asalariados en calzoncillos prometen lo mismo: “Cuando estalle la guerra, estaré en la trinchera contigo”. La abandonaron antes de la guerra, todos, los jugadores de Rayados y de América.

Anacrónicos tal vez, en tiempos en el que el 4-3-3 y la rigidez con que ellos lo conciben, se vuelve obsoleto y frágil, parecería que las vivencias ligamayoristas de Aguirre y Solari les hicieron creer que con eso bastaba para sembrar terror en canchas mexicanas.

Ciertamente, la apuesta de ambos entrenadores con experiencia en los equipos referentes de Madrid exige de dosis altísimas de compromiso, concentración, disciplina, intensidad, lealtad colectiva y queda claro, sus jugadores no las han tenido.

Vayamos al caso de América ante Pachuca. Diego Valdés ratifica que es un jugador de espíritu megalómano, renuente a la constancia y al rigor gremial en la cancha. Se extraviaba con frecuencia en Santos y nada pasaba, porque saltaba Fernando Gorriarán a duplicar esfuerzos.

¿Bruno Valdez? Antes de la lesión, era misionero de Judas en su propia área, un peligro latente para su propio equipo. El regreso ha sido la confirmación de una baja absoluta y general de sus condiciones: lento, despistado, dubitativo y atemorizado de sus propias falencias.

¿Seguimos? Jorge Sánchez inaugura avenidas suicidas en cada partido, en tanto que Roger Martínez oscila entre lo sublime y lo ridículo, hasta la distracción absoluta en el tercer gol, que también confirma la miseria moral del equipo: nadie le advierte de la acechanza del rival.

Y claro, Solari elige mal. ¿Miguel Layún? Acaso está sólo para cerrar partidos ya con la victoria en la mano. ¿Richard Sánchez? Mientras lo mantenga en un sitio donde se siente incómodo, donde lo manda al choque con el adversario, perderá sus mejores virtudes: recuperar y abrir escenarios al frente.

Sí, Solari ante Pachuca se equivoca, así como Aguirre no se despabila, creyendo, ingenuamente, que los milagros conseguidos con Ponchito González y Maxi Meza podrá conseguirlos con otros jugadores.

Algo que deberá quedar claro es que los futbolistas de ambos planteles adolecen de todo lo que juramentan. Equipos con nóminas más bajas, pero con espíritus competitivos más elevados, dan una lección en el futbol mexicano: Atlas y Puebla. No se trata de tener grandes genios sino grandes guerreros.

Y es precisamente eso lo que exhibe más la crisis en Rayados y América. Tipos educados, cultos, hábiles, duchos en el uso de la palabra y su impacto, han dejado de asumir ese control. Las mejores disertaciones de Aguirre y de Solari son oídas, pero no escuchadas por sus desertores y obvio, ellos mismos.

Solari y Aguirre seguirán en el autoengaño y creyendo que son la solución sin entender que son la parte medular del problema.

“El deporte se trata siempre de superar la adversidad, de no rendirse nunca y yo no me voy a rendir. La afición tiene todo el derecho de expresarse. Lo extraño sería que nos aplaudan porque no lo estamos haciendo bien”, expresó El Indiecito después de la derrota ante Pachuca sobre la exigencia de la afición por su renuncia.

Así pues, al final, ellos mismos, Solari y El Vasco, deberán percibir claramente que la promesa de Sabina, en boca de futbolistas, es perjurio: “Cuando estalle la guerra, estaré en la trinchera contigo”.

No Javier, no Santiago. Ellos, esos, son los primeros en desertar por dentro, en abjurar moralmente y mentir por fuera.