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AMF Pro, voces en el desierto

La pandemia del Covid 19 es un océano embravecido que ha removido la basura que estaba en el fondo. Sus enormes olas han hecho más evidentes los vicios ocultos en las organizaciones del mundo. Hoy todos tienen que nadar y reinventarse para llegar a un puerto seguro o, por lo menos, a una orilla que pueda dar un respiro.

En el deporte las decisiones se han dado a sabiendas de que, en la crisis, los planes pueden durar menos de dos días. Las pruebas de eso cada vez son más: un nuevo brote epidémico en Portugal pone en riesgo la realización del mini-torneo que planteó la UEFA para rescatar la Champions League. En Estados Unidos hace apenas hace unas horas, 16 jugadores de la NBA dieron positivo en la primera tanda de pruebas obligatorias, que se plantearon como requisito para llevar a cabo el torneo en la burbuja de Orlando. En la actualidad, todo camina sobre un hilo y se requiere, más que nunca, de la colaboración y la opinión de todas las partes involucradas en el juego: autoridades de salud, dueños y, también, la de los jugadores.

Estos últimos han estado involucrados en las negociaciones para volver a las canchas en muchos lugares del mundo, pues, al final, son la mano de obra que se arriesgará en el campo. Los tratos entre los peloteros de Grandes Ligas y los dueños de los equipos duraron más de tres meses, antes de que se llegara a un acuerdo para satisfacer a ambas partes. En la mesa hubo muchos temas económicos y, también, protocolos y exigencias para volver al campo. Lo mismo ha sucedido con la NBA y con las principales ligas europeas de futbol, donde las asociaciones y los sindicatos de esos países han estado al tanto y han podido opinar acerca de los planes que proyectan su regreso.

Sin embargo, en México la historia es muy diferente. Los jugadores no están sentados formalmente en la mesa de las decisiones y su voz se pierde en medio del desierto. Uno de los pocos testimonios que han dado cuenta de la ansiedad que viven los protagonistas de la Liga BBVA Mx es el de Miguel Layún, que hace poco más de un mes le dijo a ESPN: "Me gustaría volver, pero también darle una seguridad a mi familia, llevamos 64 días en casa, imagínate que voy y expongo a mis seres queridos a un posible contagio, eso es lo que yo he externado y ahí es donde viene la apreciación de cierta gente que piensa que no queremos volver".

La voz de Layún suena lejana. A diferencia de lo que sucede en otras latitudes, el jugador mexicano sólo se entera de lo que tiene que hacer. Y ahí es donde se demuestra la falta de fuerza de la Asociación Mexicana de Futbolistas Profesionales (AMF Pro), un órgano sin voto y con una voz inaudible en la estructura del futbol.

Su existencia invencible se confirma en cada decisión directiva. Ayer se aprobó una pretemporada que comenzará la próxima semana con ocho equipos y en la que los jugadores tampoco pudieron dar su opinión. No importa que más del 50 por ciento de los jugadores de la Liga quedarán fuera de esta ocurrencia, ni que se decidió cuando apenas se ponen a tono física y futbolísticamente.

Tendrán que presentarse en el campo y seguir las reglas que se les imponen, sin opinar acerca de su seguridad y sus exigencias.

Es cierto que el empresario que apuesta su dinero es el que tiene el poder de la última palabra. Sin embargo, en México no existe un equilibrio del otro lado del escritorio. Los jugadores no hacen pesar su voz. Sólo acatan. Y así, con la mordaza que ellos mismos se han impuesto, preparan su vuelta a la cancha.