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Volvió el bicampeón de América

SAO PAULO (Enviado especial) -- "Tenemos hambre, hambre de seguir logrando cosas", afirmó Arturo Vidal tras la clasificación a semifinales de la Copa América y reveló el secreto de esta selección chilena. En Brasil, la Roja volvió a jugar como una campeona de América. Y eso se logra con hambre, con carácter y con fútbol.

Entre aquella victoria sobre Argentina en New Jersey y el triunfo contra Colombia en Sao Paulo parece no haber pasado el tiempo. Y vaya si pasó. En estos tres años, la Roja atravesó momentos muy complicados, cambios de entrenador, polémicas de todo tipo y una eliminación de la Copa del Mundo tan dolorosa como inesperada. Pero cuando pocos confiaban en la recuperación de la identidad, aparecieron los líderes de siempre para volver a situar a Chile en los primeros planos.

"Tengo mucha confianza en el grupo, en el trabajo, hemos pasado un año y medio aguantando muchas cosas, trabajando duro, pero en partidos oficiales iba a salir el mejor Chile y se dio hoy". La Copa América es el hábitat natural de esta generación. Un torneo corto, en el que el carácter y el espíritu competitivo pueden ser tan importantes como los recursos futbolísticos, este plantel saca la cara y demuestra su mejor nivel. Contra Colombia fue la prueba necesaria para dejar en claro que el tricampeonato es posible.

Después de los bajos rendimientos en amistosos, las dos victorias contra Japón y Ecuador podían confundir. Dos adversarios de menor jerarquía casi no complicaron al conjunto chileno, que ganó con claridad y sin dejar dudas. Luego, la buena actuación ante Uruguay con varios cambios sí fue una muestra de poderío. El choque contra Colombia era el desafío definitivo para recuperar sensaciones del pasado. Y fue superado de forma rotunda.

El seleccionado de Carlos Queiroz llegaba con tres victorias, el arco invicto y un juego convincente. Era, para muchos, el mejor de la Copa América. Chile lo minimizó, lo convirtió en un conjunto temeroso, inseguro y repleto de errores individuales. Le jugó como un bicampeón y lo llevó al terreno en el que más cómodo está. Lo complicó con pelotas cruzadas, tuvo superioridad numérica en casi todos los sectores y le marcó dos goles, anulados por el bendito VAR. Hizo todos los méritos para ganar en los noventa minutos.

Volvió el bicampeón de América porque las virtudes de esta selección fueron las mismas de las de Jorge Sampaoli y Juan Antonio Pizzi. La clasificación se edificó desde el enorme trabajo del mediocampo. Ya sin Marcelo Díaz, Erick Pulgar se hizo duelo absoluto de la zona medular y se destacó en todos los encuentros del campeonato, por capacidad de marca y pase. Charles Aránguiz es el mejor jugador de Chile en lo que va de la Copa y Arturo jugó con la templanza de los líderes. Ese trío sentó las bases del éxito.

El trabajo silencioso de Reinaldo Rueda les ganó a las críticas. Ordenó un vestuario complicado y le dio más recursos a un plantel que ya tenía los fundamentos incorporados para ser un gran equipo. Hoy Chile muestra triangulaciones y movimientos tácticos de una formación consolidada, aunque recién está en etapa de formación. La Roja es capaz de dominar a sus rivales desde lo anímico y desde el juego. En un certamen corto como este, esta es una virtud que puede resultar definitoria.

Ya ha sido una campaña para el elogio la del seleccionado chileno, sin embargo atrás quedaron las épocas en las que llegar a las semifinales era suficiente. Hoy Chile sabe que puede competir contra cualquiera y cuando encuentra este funcionamiento su único techo es la gloria. Faltan dos partidos para que la hazaña que parecía utópica se haga realidad.