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Emperador Bolt

RÍO DE JANEIRO -- Usain Bolt sale del túnel con la seguridad del rey del mundo. Lo es. Por lo menos eso dice el clamor de la gente. Son las 10:25 de la noche y Brasil se rinde ante el esperado héroe. La otra figura de los juegos, la más carismática, se hace presente.

Michael Phelps dejó los juegos con 28 medallas totales y con el aplauso unánime, pero lo que se mueve aquí es diferente. Phelps es la máquina devoradora; Bolt es casi lo mismo, pero transmite mucho más energía al corazón del público Todo el estadio se rinde ante él. Apenas pisa la pista, su nombre retumba: "Bolt, Bolt, Bolt". El de los pies ligeros levanta los brazos y maneja a la afición. Voltea hacia un lado y pide aplausos: obtiene una ovación. Voltea hacia el otro lado, pide y gana lo mismo. Su manejo de la tribuna es único.

Lo mismo sucede en la pista. Acomoda su arrancador y empieza a pasearse tranquilamente hacia los 40 metros. Regresa. Conoce la pista que ha recorrido tantas veces. Pide silencio y la respuesta del público es unánime.

Es el bueno de la televisión. El malo, en contraparte, es Justin Gatlin. Apenas se escucha su nombre y un abucheo invade el estadio. Es unánime. Ese estadounidense campeón olímpico en 2004 y que en 2005 fue castigado por dopaje tiene el sombrero negro. Agacha la cabeza como quien se siente despreciado. La guerra sicológica juega a favor del héroe.

Desde que Bolt aparece nadie regresa a su asiento. Nadie quiere perder un movimiento. El silencio del estadio se corta con una aguja.

El juez llama a la línea de salida. Dice listos. Cuando suena el disparo las gargantas enloquecen. Bolt nunca se ha caracterizado por ser la salida más rápida. Esta vez tampoco, pero a los 50 metros sus enormes zancadas se meten a la mente de Gatlin, justo como sucedió hace un año en el Campeonato Mundial. Lo rebasa y llega a la meta antes que él, cómo ha sucedido en los últimos 10 años. Afloja la máquina y se golpea el pecho con esa señal de suficiencia que ha enamorado al mundo. El reloj marca 9.81; para Gatlin 9.89. Bolt dice en su autobiografía: "cuando te gano una vez, nunca más volverás a ganarme". Esa es la historia de su vida.

Como emperador romano, su nombre es coreado en la tribuna. "Usain Bolt; Usain Bolt". El mundo se muestra contento con su hombre más rápido. Es el rey y lo sabe. Su sonrisa se vuelve a pasear por la pista. Empieza con éxito la búsqueda de su triple triplete olímpico. Mientras tanto los jamaiquinos cantan en los túneles del estadio: "One Bolt, One heart. Lets get together and feel all right". Sólo Marley, el jamaiquino más universal, puede explicar lo que el mundo siente por Bolt.