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Tokio 2020, las historias que no fueron y las que pueden ser

ESPN

Todos esperábamos el inicio de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, sin embargo, la pandemia ha puesto en pausa las grandes historias que nos esperaban este mes

El fuego olímpico ya corría paso a paso desde Atenas. Tokio estaba vestida y maquillada para la mayor fiesta deportiva internacional. Si con los Olímpicos de 1964 Japón buscaba mostrarle al mundo que logró reconstruirse de su estruendosa derrota en la Segunda Guerra Mundial, los Juegos de 2020 buscaban ser la demostración de que hoy la isla asiática es una voz cantante en el concierto mundial.

Uno de los países más organizados le mostró al mundo que sus instalaciones olímpicas estuvieron listas con más anticipación que las de cualquier otra sede; que sus juegos serían una demostración logística y tecnológica sin comparación histórica. Eso era lo que se esperaba, hasta que llegó aquella triste mañana del 24 de marzo de 2020.

El presidente Shinzo Abe, dijo con la garganta apretada por el nudo de la corbata: “Dadas las circunstancias, pedí considerar la postergación de los juegos alrededor de un año para que los atletas alrededor del mundo puedan desempeñarse en las mejores condiciones”.

Su mensaje era la conformación de que la pandemia del nuevo coronavirus se había encajado en el corazón del olimpismo. Muchos atletas empezaron a manifestarse. Entre los perfiles más visibles estaba Katie Ledecky, la turbina norteamericana que ha devorado todos los records de la alberca. Desde su centro de entrenamiento en la Universidad de Stanford escribió en la red de los 140 caracteres: “Mientras estamos juntos en los retos de hoy, podemos soñar con unos Juegos Olímpicos maravillosos, en una sede maravillosa. Hoy se trata de luchar por la salud”.

El mensaje de Ledecky transpiraba la resignación de los tiempos actuales. El reconocimiento de que todos hemos perdido algo, aunque todavía no sepamos exactamente qué fue. Lo cierto es que si se descubre una vacuna y los olímpicos pueden llevarse a cabo, las historias que se contarán serán completamente diferentes.

Habrá algunas que sean mejores y otras que pierdan lo que parecía ganado. Hay muchos ejemplos de atletas a los que la edad les cobrará la factura y muchos otros que podrán competir en 2021, cuando todo parecía perdido en 2020. Rikako Ikee, la mujer que protagonizó el mensaje con el que Tokio tocó el corazón del mundo y le anunció que estará listo para el próximo año, es una renacida.

Después de ser la máxima esperanza de la alberca japonesa para sus juegos, en febrero de 2019 fue diagnosticada con leucemia. Esas primeras noticias la alejaban de los Olímpicos de Tokio, pero una larga lucha con buenas noticias la tienen de nuevo en el agua y con esperanzas de representar a su país.

Hay muchos otros ejemplos de historias que posiblemente no se leerán de la misma manera: Días antes de la dolorosa postergación, Briseida Acosta había vencido por fin a María del Rosario Espinoza en el preolímpico de taekwondo. A pesar de que le faltaba otro combate para refrendar su boleto, Acosta lucía como una máquina más afinada que la multimedallista Espinoza.

Hoy se encuentra a la expectativa, pues la parte final del proceso se llevará a cabo nuevamente para el ahora llamado 2020+1. Y eso abre otra línea en las infinitas posibilidades. Esos son solo dos ejemplos en el mar. Un atleta olímpico es tan preciso como un reloj suizo que acumula miles de horas para buscar la perfección. Su destino final tiene siempre cinco aros tatuados en la cabeza.

Entrenamientos kilométricos a las cinco de la mañana; sesiones interminables para perfeccionar un movimiento; en pocas palabras, sueños que quieren están en la cima del mundo y que hoy quieren despertar de una pesadilla interminable. El mensaje de Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, es en el que prefiere creer toda la humanidad: “Espero que los Juegos sean un símbolo de resiliencia y esperanza, mostrando que juntos somos más fuertes”. Que así sea. Y que Tokio 2020+1 nos deje ver historias inspiradoras, aunque ya nunca sean las mismas.