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Apasiona la postemporada

En la mayoría de los deportes, los grandes momentos suelen durar muy poco. Son como un golpe de adrenalina que nos golpea un buen rato y, cuando se terminan, nos dejan sólo con el recuerdo.

Podemos pasar días analizando el juego. Hablando de el. Viendo la repetición una y otra vez. Pero el drama, vistas las cosas en su dimensión real, es un simple instante. Un suspiro. Y quizás eso es lo que los hace únicos.

La final del Mundial de Fútbol, si no hay prórroga, dura un par de horas. El SuperBowl se extiende un poco más, no demasiado. Un encuentro entre Rafael Nadal y Roger Federer puede paralizarnos frente al televisor por algunas horas. Carl Lewis alcanzó la gloria en segundos.

La postemporada del béisbol --y también del baloncesto, para ser justos-- no es así. Si tenemos suerte, una buena serie se extenderá por seis o siete juegos. Cada uno de esos días nos levantaremos sabiendo que esa noche, o esa tarde, dos equipos estarán sobre el diamante para regalarnos nueve innings (o más) de este grandioso deporte.

Sabemos que los aficionados de los Vigilantes de Texas no quieren leer esto, y que dentro del clubhouse del equipo todo el mundo hubiese preferido derrotar a Detroit en el quinto encuentro. Pero no sucedió así. Los Tigres se apoyaron en Justin Verlander, golpearon a CJ Wilson en la sexta entrada y ganaron 7-5.

El sábado habrá pelota en Texas. Y eso es fantástico, si nos preguntan a nosotros. O a cualquiera que no se cuente entre los aficionados "a muerte" de ambos equipos. Una serie tan pareja y tan buena no podía abandonarnos tan rápido.

Ahora queda contar la historia de cómo llegaron los Vigilantes a esta posición, prestos a enfrentar el juego más importante del año con Derek Holland --todo, menos una carta segura-- en la lomita. Y si falla el zurdo, Colby Lewis tendrá la bola para el séptimo juego. Cuando los abridores contrarios son Max Scherzer y –de ser necesario- Doug Fister, hay razones para evitar el triunfalismo.

Los Vigilantes verán el quinto juego y pondrán seguramente sus miradas en las dos entradas en las que pudieron hacerle daño serio a Verlander. Lo tuvieron contra las cuerdas y no lograron noquearlo. O el as de los Tigres no se dejó. Como prefieran verlo.

La primera posibilidad de mandarlo a las duchas se presentó en el quinto inning. Después de hacerle la rayita que empató el juego a dos, Michael Young y Adrián Beltré fueron al plato con hombres en primera y tercera. No pudieron moverlos.

Young cayó ponchando viendo pasar el tercer strike, una curva perfecta que pareció dejarlo hipnotizado. Nada que hacer. Y nada para reclamarle. Hay veces en las que sólo sirve bajar la cabeza y darle crédito al rival.

¿Y a Beltré que se le puede criticar? En lo absoluto. Tomó una recta a 102 millas por hora y fue capaz de devolvérsela a Verlander con la misma fuerza. El batazo, que hizo el silencio en Detroit, pasó a no más de un metro del poste de la raya del jardín derecho. Fue foul.

"Levanté la cabeza para ver la pizarra", dijo Verlander, "y observé que decía 102 (millas). Ahí me dije, 'gracias a Dios que no fue 101, porque hubiese sido jonrón".

Beltré, sin embargo, no se rendiría. Entregó el tercer out, ahora ante una curva, con un larguísimo elevado que Austin Jackson tomó en la zona de seguridad, frente a esa pared que está ubicada a 420 pies del home.

"Cualquier otro parque en Estados Unidos con la excepción de Comerica", recordó Washington, "y esa pelota quizás se va".

Los Vigilantes volvieron a atacar en el sexto. Ahí llenaron las bases con un sólo out. Verlander, que venía de darle cuatro malas al noveno bate, Mitch Moreland, hizo quizás su mejor pitcheo de la noche.

El diestro tiró una recta de dos costuras a 99 millas por hora, baja y adentro, e Ian Kinsler la rodó pegada a la tercera base. Brandon Inge pisó y completó el doble play. Minutos más tarde, un batazo similar terminaría cambiando el juego.

En el cierre del sexto, con un hombre en primera, Miguel Cabrera le pegó un fuerte rodado a CJ Wilson que iba directo hacia las manos de Beltré. Una doble matanza de rutina para el tercera base de los Vigilantes. Sólo que la bola pegó en la base y le pasó sobre la cabeza.

En vez de haber dos outs y nadie en base, y el duelo todavía igualado, los Tigres ahora mandaban 3-2 e iban camino a un rally de cuatro carreras.

"No pudimos dar un jonrón por pulgadas y ellos abrieron el juego por pulgadas", dijo Washington. "Rola para doble play, pega en la base, y de ahí en adelante, ya saben, boom, bam. Hicieron cuatro".

Cuando Víctor Martínez dio ese triple que cayó a un metro de la línea de fair, parecía claro de qué lado estaba la suerte. En las últimas tres temporadas, el venezolano ha dado un sólo triple. Que enseguida la sacase Delmon Young, quien está en el roster porque Magglio Ordóñez se lesionó, no hizo sino reafirmar la idea.

Los Vigilantes siguieron luchando, le hicieron dos a Verlander en el octavo y tuvieron la del gane en el plato en el noveno. Pero Phil Coke, cerrador de turno ante las ausencias de Joaquín Benoit y José Valverde, aguantó la embestida y retiró a Mike Napoli.

"Los Tigres de Detroit están aquí por una razón", indicó Washington. "Tenían la espalda contra la pared e hicieron lo que debían hacer. Incluido agarrar ese toque de suerte. Ahora nos vamos a casa. Todavía nos sentimos bien con nosotros mismos".

Y nosotros nos sentimos bien porque, al menos por un día más, tendremos otra dosis de esta fascinante Serie de Campeonato de la Liga Americana.