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Messi es de Hollywood

El guión de la cinta se modifició con la aparición de la estrella Getty

MÉXICO -- A mí no me mienten. O al menos yo no me la creo. Esto fue sacado de algún filme. O de varios. Estas historias Hollywood las ha contado hasta el cansancio. Y normalmente (o todas) terminan igual: en festejo, alegría y abrazos para el galán en cuestión.

Sorprendió ver a Messi en el banco, pero más sorprendió ver a Adriano como central. En alguna otra producción lo había intentado el Barcelona, cometió el mismo pecado capital. Ya intentó con Mascherano –un cinco desde que nació-, Busquets, Abidal, Adriano, Song... ¿Hasta cuándo? Hummels, Marquinhos, David Luiz y hasta Íñigo Martínez esperan en la alcoba. En ese orden.

Al Barca le urgía subirse por sexta ocasión consecutiva al metro, que este año, lleva a Londres. Pero no trazó con tiempo la ruta correcta. Se perdió en las 15 líneas del "underground" y olvidó que en esta Champions, el viaje a Londres requiere de mucho más. De un Oscar por ejemplo. Esa estatuilla tan pequeña como reconocida. Y el Barca lo tiene en Messi.

Nunca antes la posesión cruel de los culés fue tan engañosa. El nuevo rico francés sacó los juguetes y apretó con sus armas, varias de ellas brasileñas. Valdés fue figura en el primer tiempo. Ya no es novedad su efectividad. Dos o tres pelotas por partido, atajadas que bien valen aunque sea un boleto del autobús de doble piso que camina tan campante por Londres. Como Messi. Bueno, medio Messi.

El medio tiempo fue diferente en Camp Nou, el sonido local tuvo que recordar que el 0-0 clasificaba al Barca. De no ser por ese matemático catalán, hubiéramos pensado que en el estadio se presentaba una ópera. Silencio y susto. Misterio.

La conexión Verratti (pedazo de futbolista con salida clara y que alarga la cancha como pocos)-Zlatan-Pastore, inició el desconcierto. En mi vida no he visto 2 ni 3, fácil van más de 20 películas palomeras donde la figura viene desde el bar, la banca, el aeropuerto o de convencer a su amada, para llegar, reclamar lo que es suyo, salir en hombros y ser el deportista envidiado de actores, actrices y cinéfilos que se tragan la historia. Pues eso. Literal. Medio cojo, Messi completó un Barca errático y desconocido. Apenas lo hizo Pastore, la cámara no fue con ese argentino. Fue con EL argentino. Y entonces anticipé el desenlace. Como en el cine. "Esta bestia es aplaudida, genera cierta reacción desde afuera y entrará para ganar la eliminatoria" pensé. Soy un genio. Oscar asegurado para él en el Kodak de LA. Villa y Pedro la hicieron de actores secundarios.

A partir de ahí posesión y miedo en el rival por ver a Messi en la cancha. El PSG murió con poco, ni siquiera un pelotazo a Zlatan, sin probar de nuevo a Valdés. Sólo Beckham a la cancha para pelear esa estatuilla de olor a perfume, del galán del rodaje. Pero esa también es de la Pulga. Pregúntenle a las futboleras.

Diez minutos finales de Leo escondido, fundido, cauto. Aunque líder pidiendo paciencia y cerrando el juego con la pelota en la esquina francesa. Hasta en eso fue otro Barca, el canchero. El partido de todo el barcelonismo era entonces Messi enfrentando a su lesión, la lesión de todo el plantel. También la ganó el mejor del mundo. Cuando todo terminó volví a sentir esa extraña sensación cuando dejo el cine: sabía cómo terminaría y aun así dudé. (Bueno, y comí). Me enseñaron por enésima ocasión que los guionistas son poco creativos. Todos menos uno: Messi. Ese que con una hoja en blanco y 30 minutos por delante se inventa un nuevo arte.