<
>

Cuando nos dimos cuenta que Jeter se va

MINNESOTA -- Sabíamos que este momento llegaría. Lo que pasa es que no nos queríamos dar cuenta.

Juego de Estrellas 2014. Último Clásico de Verano para Derek Jeter, el 'Capitán', el 'Capitán Clutch', el casi seguro miembro del Salón de la Fama en Cooperstown dentro de cinco años. Sabíamos que recibiría un reconocimiento, muchos aplausos, fotos, palmadas, etc., etc. Pero la realidad superó por mucho la expectativa.

Poco importó el resultado del partido, que a la postre fue una victoria para la Liga Americana con marcador de 5-3 sobre su similar de la Liga Nacional, lo que le daría la oportunidad, de entrar los Yankees a la postemporada, de comenzar la Serie Mundial en casa (aunque como diría Enrique Rojas, eso está igual de difícil que esperar que Camerún llegase a la final de la recién concluída Copa Mundial de Fútbol Brasil 2014.

Jeter fue el centro de atención desde el inicio. Desde el domingo en el Juego de Futuras Estrellas, pasando por el Festival de Jonrones del lunes hasta el partido de luminarias del martes, todos querían una foto con él, un choque de manos con él, una palmada con él, un choque de puños con él. El punto era llevarse un recuerdo para la posteridad con una leyenda viviente.

Muchos dirán que hubo mejores torpederos que él, con mayor alcance, con más bateo. Pero el instinto del juego de Jeter es casi sobrehumano. Y su apetito por brillar en los grandes escenarios así lo ha demostrado en sus 20 años de carrera.

Recordamos que desde sus inicios con los Yankees en 1995, dejó establecido su liderato, lo que le valió ser electo Novato del Año de la Liga Americana en 1996, y formó parte de esa dinastía Yankee que logró cuatro campeonatos en cinco años. Fuimos muchos los que quedamos prendados de ese equipo, por la forma tan fácil como hacían ver las cosas, en especial ese equipo del 1998, que fue casi imbatible, y en el que Jeter fue electo a su primer Juego de Estrellas, y terminó tercero en la votación del Más Valioso.

Un momento que selló mi fanatismo por él fue el 31 de octubre de 2001, cuando al filo de la medianoche, cuando por primera vez se jugaba un partido de Serie Mundial en noviembre, que conectó un dramático cuadrangular para darle la victoria a los Yankees sobre los Diamondbacks de Arizona, batazo que le ganó el mote del 'Sr Noviembre'.

Fuimos muchos los que celebramos con él cuando tras nueve años de espera, los Yankees volvieron a la cima del béisbol al destronar a los Filis de Filadelfia en el Clásico de Otoño, y ahí estaba, alzando sus brazos en el medio del cuadro interior, como lo había hecho otras cuatro veces, para celebrar un campeonato más de Nueva York, la franquicia más ganadora en todo el béisbol.

Y fuimos muchísimos más los que celebramos cuando, en otra muestra de su aptitud por los grandes escenarios, llegó a la cifra de los 3,000 hits, el primer Yankee de la historia en lograr dicha marca, el 9 de julio de 2011, de una forma que solo los grandes pueden hacerlo, con un cuadrangular que hizo estremecer los cimientos del nuevo Yankee Stadium.

Fuimos muchos los que casi lloramos al verlo tirado en el suelo, como un mortal más, cuando se lastimó el tobillo en la Serie de Campeonato de la Liga Americana del 2012 ante los Tigres de Detroit, lo que llevó a perderse esa postemporada, y gran parte de la campaña siguiente, lo que hizo que muchos pensáramos que iba camino al retiro.

Pero como solo los grandes pueden hacerlo, no se fue por la puerta trasera. Él se retiró del deporte, el deporte no lo retiró a él.

¿Quieren más pruebas de su grandeza? Basta con mencionarles sus números en postemporada: promedio de .308, 20 cuadrangulares, 61 remolcadas. Casi nada. Y ha llegado a 16 playoffs en sus 20 años, algo de lo que muy pocos pueden presumir.

Su despedida de los Juegos de Estrellas fue igual que su carrera, a lo grande. Fue presentado por los altoparlantes del estadio con la voz del fenecido Bob Sheppard, la misma grabación que todavía se usa en el Yankee Stadium. Fue el primer bate de la alineación de la Liga Americana, confeccionada por el mánager de su archirrival Medias Rojas de Boston John Farrell, y aprovechó bien la oportunidad. Se fue de 2-2, con dos dobles y anotó una carrera. Su promedio en Juegos de Estrellas quedó en .481, con 13 hits en 26 oportunidades al bate, lo que le coloca quinto en la historia en ese renglón.

Pero lo más emocionante fue cuando le tocó salir del encuentro. Al abrir la cuarta entrada, el cubano Alexei Ramírez esperó a que él se colocara en su posición de torpedero, para ir a reemplazarlo a la defensiva. Esto permitió que los 41,058 fanáticos que colmaron el Target Field se rindieran a sus pies, al ritmo de la canción 'New York, New York' de Frank Sinatra, con una sonora ovación que duró más de cinco minutos. Jeter saludó a cada uno de sus compañeros en el dugout, y tuvo que volver a salir a agradecer al público por las muestras de cariño. Parecía que estábamos en el Yankee Stadium y no en el Medioeste de la nación estadounidense. Así de grande es el respeto que se le tiene a Jeter en todo el béisbol.

Sin lugar a dudas, se va uno de los grandes del deporte. Como me decía un colega, y parafraseando las palabras del inmortal Lou Gherig: "Me siento afortunado de poder decir que pude ver toda la carrera de Derek Jeter en Grandes Ligas. No todos los días se puede decir que viste a un inmortal del deporte".

No quiero que llegue octubre. Digo, quiero y no quiero. Por una parte, me encanta el béisbol de postemporada. Es ahí donde se separan los hombres de los niños, y donde coronamos a un justo campeón luego de una larga y agotadora temporada. Pero por otro lado, siento tristeza de solo pensar que ya no veremos más al Número 2 en el uniforme a rayas. Que ya los 'Bleacher Creatures' del jardín derecho del Yankee Stadium no corearán más su nombre al comenzar los partidos, ni lo veremos a él devolver el saludo con su gorra. Por eso, que la temporada no se acabe nunca.

Claro, sé que mi deseo no se cumplirá. Pero me queda el consuelo de las memorias vividas.

Ya tengo algo que contarles a mis hijos y a mis nietos. Que vi debutar, desarrollarse, jugar, crecer y brillar a una verdadera estrella del diamante.

Soy fanático de Derek Jeter, ¿por qué negarlo?