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Jack Grealish, un futbolista de otro tiempo que quiere darle la primera Champions League a Manchester City

Jack Grealish, una de las figuras de Manchester City Getty Images

A Jack Grealish le gusta jugar al fútbol. Ama jugar a la pelota. No hace falta escucharlo cuando lo repite una y otra vez ante cada pregunta cercana a este asunto. Alcanza con verlo en la cancha. Juega con la alegría de los que hacen aquello que aman. Con desparpajo pero también con responsabilidad. Con fervor amateur y rigurosidad profesional. Cuando tiene el balón y cuando lo pide. Cuando toca y cuando marca. Es solo un chico futbolero que tiene la dicha de ser jugador de primera división.

Puede sonar a obviedad, porque es evidente que a todos los futbolistas les gusta su trabajo y todos, a su modo, lo disfrutan. Sin embargo, su dicha es contagiosa. Y muy visible para los hinchas y el público. Ese goce lo convierte en un futbolista de otros tiempos. De una época menos mercantilizada, en la que los protagonistas eran menos actores de un espectáculo que jugadores de fútbol.

Talento y apariencia de crack

Grealish sobresale. Por su genio, sí. Pero también por su actitud. Por su imagen. Medias bajas, pelo largo, vincha, mirada pícara, cabeza levantada. Fútbol. El hombre no se preocupa por vender una imagen. Es genuino. No quiere hacer marketing en redes sociales. Quiere jugar a la pelota. No prepara las entrevistas. No tiene miedo de mostrarse como es. Es un futbolista. No el modelo de una vida ejemplar.

Es díscolo, sí. Y eso también lo convierte en un personaje de otra época. No es un buen alumno del sistema. Su pureza contrasta con las identidades prefabricadas de hoy. Como muchos de sus antecesores, prefiere salir a festejar con amigos antes de quedarse en su casa con un jugo de fruta y una película. Prefiere vivir la vida sin detenerse a pensar demasiado en el qué dirán.

El amor por Aston Villa, su primer acercamiento al fútbol

Descendiente de irlandeses, se crió en instituciones educativas católicas de Solihull, a pocos kilómetros del centro de Birmingham. El fútbol está en su sangre, porque uno de sus tatarabuelos, Billy Garraty, fue campeón de la FA Cup en 1905 con la camiseta de Aston Villa. Los colores "claret and blue" marcaron su vida, porque Jack Grealish es, antes que nada, un hincha. Comenzó a asistir al Villa Park a los cuatro años y desde las tribunas cultivó su amor por el fútbol.

El talento innato es evidente desde la más tierna infancia, por eso antes de los ocho años ya había sido ojeado por Manchester United, Crewe Alexandra, Walsall y Birmingham City. Pero él ya había elegido su camiseta y a los seis ya representaba a Aston Villa. "Yo soy Jack Grealish, de Solihull, y amo al Aston Villa. Esto no cambiará. He sido abonado desde que tengo cuatro años y seré aficionado toda la vida. No te imaginas lo difícil que fue para mí irme", dijo a horas de enfrentar a su cuadro por primera vez, dos décadas después de sus primeros pases con esa camiseta.

Las palabras son bellas, pero mejor es la acción. Grealish fue la única luz que iluminó a Aston Villa durante los años más duros de su historia. Debutó en primera división en el club de toda su vida, pero enseguida pasó a préstamo a Notts County FC. Su primera temporada completa en la institución de Birmingham fue la 2014/2015. Como en las tres anteriores, Aston Villa peleó el descenso y se salvó sobre el final. La gran diferencia fue que esta vez había una ilusión con nombre y apellido.

Sin embargo, un hombre solo no puede hacer nada: al año siguiente descendió y debió jugar en segunda por primera vez desde 1987. Tres temporadas batalló en el Championship. Así se hizo crack, desde la dificultad de un escenario angustiante y muy complicado. Hoy, mientras se prepara para jugar la final de la UEFA Champions League, recuerda aquellos días en el ascenso con una sonrisa. Sabe que no sería el jugador que es sin esa experiencia.

Grealish creció con un dolor. A los cinco años, perdió a su hermano Keelan, que falleció por culpa del síndrome de muerte súbita del lactante cuando apenas tenía nueve meses. La pérdida lo hizo madurar muy rápido, que es lo que suelen hacer las penas grandes. A la edad de siete años ganó su primer torneo y, con la ternura de un niño y la rigidez de quien sufrió, tomó su medalla y la donó a su escuela en honor a su hermano fallecido, que gracias a este gesto creó el torneo “The Keelan Daniel Grealish Memorial Cup”.

Una adaptación difícil y un presente de gloria

Cien millones de libras pagó Manchester City por él hace dos años. "Son un club muy pequeño, te van a arruinar", le gritaron los hinchas de Aston Villa, sus amigos, cuando dejó su hogar natal para jugar en el equipo de Josep Guardiola. Lo insultaron. Quienes compartieron tribuna tantas veces con él de repente eran sus rivales. Y lo sufrió. "Toda mi vida estuvo en Aston Villa y nunca pensé en cambiar. Estaba acostumbrado. Jamás imaginé que sería tan difícil adaptarse a otro equipo y a otro entrenador. Fue mucho más duro de lo que imaginé".

Después de un primer año en el que jugó por debajo de las expectativas, en esta temporada sí apareció en todo su esplendor el Jack Grealish que imaginaban los hinchas del City. En el nuevo sistema táctico de Guardiola, se adueñó del puesto de wing izquierdo y le dio brillo y estética al equipo que sueña con la orejona y que ya hizo los méritos para ganarla. Su gambeta desde la raya hacia adentro abre caminos y sus sociedades con Erling Haaland y Kevin De Bruyne crecieron con la naturalidad de aquello que está destinado a ser.

Grealish juega con las medias bajas en una especie de proclama de libertad contra las ataduras del fútbol moderno. Un acto rebelde contra la dictadura de las canilleras. Tampoco cambia los botines con regularidad y prefiere usarlos hasta que ya están muy desgastados. Ambas cuestiones, que le dan forma a su marca registrada, tienen explicaciones menos poéticas (aunque no invalidan la lectura anterior).

No utiliza medias largas porque cuando era juvenil no les daban un par nuevo todos los partidos y se le encogían muy rápido. Entonces, no le servían para sus ya prominentes gemelos. Se acostumbró a usarlas cortas y así fue también en primera. Algo similar ocurrió con los zapatos. En una de sus primeras temporadas en Aston Villa se destacó con unos botines viejos y, quizás por cábala, decidió no cambiarlos. Sea como sea, ya decidir por sí mismo sin darle demasiada importancia a la moda y a las marcas es un hecho para destacar.

El ídolo de la niñez de Grealish es Paul Merson, histórico jugador de Arsenal que tuvo un memorable paso por Aston Villa entre 1998 y 2002, justo los primeros años del pequeño Jack en la tribuna del Villa Park. Fue uno de los mejores futbolistas británicos de su época, pero también un muchacho travieso. Tras su retiro, publicó una biografía titulada "Cómo no ser un futbolista profesional" en la que describió su adicción a la cocaína, al alcohol y a las apuestas. No es un secreto que al 10 del City le divierte la noche y que ha sido atrapado en situaciones incómodas, pero quizás la historia de su admirado Paul le haya servido para no repetir errores.

En estos tiempos, la final de la UEFA Champions League es mucho más que un partidazo entre los dos mejores clubes de la actualidad. Es un negocio descomunal que tiene en su núcleo algo de fútbol pero que excede al juego. Por eso, es para celebrar que uno de los protagonistas sea Jack Grealish. Un simple jugador de fútbol.