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El papel de la mujer en la NFL

BRISTOL -- En el 2003, luego de un par de años de cubrir a Allen Iverson y los Philadelphia 76ers para el Philadelphia Inquirer, me cambié a cubrir a los Philadelphia Eagles. Estaba embarazada, y cubrir una temporada de 82 partidos de la NBA, con vuelos muy tarde por la noche y muy temprano por las mañanas, habría sido complicado.

Era el mes de agosto. Los Eagles habían levantado el campamento de entrenamiento en la universidad de Lehigh y estaban de vuelta en sus instalaciones de entrenamiento en el sur de Philadelphia. No conocía a muchos de los jugadores todavía, y muchos no me conocían.

Mi estrategia para abordar el periodo de acceso al vestuario era pararme cerca de la ventana del administrador del equipo, a la entrada del vestidor, y esperar hasta que viera al jugador con el que quería hablar. Eso por lo general me mantenía alejada de los casilleros de los jugadores y fuera de la línea de tráfico de la puerta a las regaderas.

En uno de mis primeros días ahí, un liniero ofensivo novato entró con uno de sus compañeros, me vio y dijo: "Apuesto que te gustaría todos estos [grosería] moviéndose aquí, ¿no es así?".

Los tipos se rieron. Yo no lo hice. Tenía una opción: Decir algo o no decir nada.

Los casilleros de la derecha más cercanos a mí, pertenecían a los backs defensivos, incluyendo a Brian Dawkins, Troy Vincent y Bobby Taylor, todos ellos jugadores establecidos. Los casilleros de la izquierda próximos a mí, pertenecían a los mariscales de campo, incluyendo a Donovan McNabb and A.J. Feeley.

Levanté la voz y le dije al liniero: "Si quisiera ver [grosería] moviéndose, seguiría cubriendo a los Sixers".

Bum.

No estaba tratando de ser cruda. Estaba tratando de mantenerme firme. El comentario provocó risas fuertes y ya no se dirigieron a mí. Los jugadores se estaban riendo del liniero. Vincent se levantó, se acercó y me dijo que el novato había recibido lo que se merecía, que era bienvenida en el vestuario y que iba a ser tratada con respeto y dignidad. Y eso, afortunadamente, fue todo.

Esta semana, pensé en Vincent y ese momento mientras observaba el documental " Let Them Wear Towels " en ESPN, el cual narraba la situación de mis predecesoras en las décadas de 1970 y 1980. Me beneficié enormemente de los duros caminos recorridos por mujeres como Melissa Ludtke, Jane Gross, Robin Herman, Claire Smith, Michele Himmelberg y Lesley Visser, quienes tuvieron que pelear por tener acceso a los vestuarios que mujeres como yo básicamente damos por sentado hoy en día.

Nunca me han negado el acceso a un vestuario de la NFL. Nunca he sido sacada de uno por mi género. Nunca un entrenador me ha dicho que me vaya o ha puesto un cartel en la puerta diciendo, "No se permiten mujeres". He tenido mis propios problemas, pero ninguno fue por tener que luchar por un acceso equitativo. Las mujeres que llegaron antes que yo sí lo hicieron.

Sin embargo todavía debemos pelear contra la idea equivocada de por qué queremos estar en el vestuario en primer lugar. No es para ver hombres desnudos. Créanme, un vestuario de la NFL después de un partido no es un lugar bonito. Tiene olores. Por lo general hace calor. Está lleno de gente. Cintas, jerseys sudados y hombreras están en el suelo. Dependiendo de quién haya ganado el partido, los jugadores están eufóricos o enfurecidos, lo que puede hacer que sacar información sea todo un reto.

Los vestidores de los equipos visitantes están incómodamente apretados, en especial en los estadios más viejos. Y el volumen de cobertura de los medios cada partido es considerablemente mayor de lo que era hace 10 años, así que a menudo es difícil incluso moverse.

Entrar al vestuario después de un partido es, por mucho, la parte menos atractiva de mi trabajo. Le temo. Pero como dicen en el documental, ahí es donde están las historias. La decepción. La emoción. El coraje. La euforia. Ahí es donde está, no afuera en algunos auditorios.

Claro, siempre habrá hombres que no quieren mujeres en el vestidor. He conocido a un veterano de la NFL por más de 20 años --desde que era jugador colegial-- y tolera la presencia de las mujeres en el vestuario, pero sinceramente cree que nosotras, incluyéndome, estamos ahí para ver cuerpos desnudos.

Sin embargo creo, debido a que los atletas crecen con mujeres cubriéndolos en la preparatoria, la universidad y finalmente a nivel profesional, que eso se espera más que otra cosa. El documental señala que existen ahora más de 1,000 mujeres cubriendo deportes de alguna manera, y la cifra continuará creciendo.

¿Viviremos algún día en una sociedad en donde las mujeres reporteras no tendrán que soportar que un atleta les diga algo inapropiado? Probablemente no. Siempre se van a decir cosas. Los chicos siempre serán chicos. Siempre estará el jugador que camine desnudo por el vestuario para hacer que las mujeres --y los hombres reporteros-- se sientan incómodos. Las mujeres siempre van a tener que usar una audición selectiva y piel gruesa. El vestuario es, como un veterano ejecutivo de la NFL me recuerda a menudo, el último bastión de la dominación masculina.

Pero desde mi experiencia, no creo que sea más sencillo. Creo que está mejorando. Las mujeres deben ser responsables. Deben ser profesionales. No pueden vestirse de manera provocativa, coquetear o inclinarse demasiado. Tienen un papel y una responsabilidad para permanecer en el frágil ecosistema del trabajo en los vestidores.

¿Es perfecto? No. Pero es muy importante y, en general, funciona.