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Autoestima en crisis

AP

BUENOS AIRES -- Podría decirse que el equipo argentino de fútbol atraviesa una crisis de confianza. Inestable en el juego, se hace difícil saber hasta dónde es capaz de llegar, cuál es su potencial verdadero.

La jerarquía de algunos nombres (Correa, Calleri, Lo Celso, Pavón, Gómez) permite alentar esperanzas. Pero las actuaciones ante Portugal y Argelia desconciertan. Para contribuir a la desorientación, el propio Calleri, puntal del ataque argentino, se despachó con algunas frases ciertamente revolucionarias, por cuanto dinamitan el orden establecido.

Honduras, rival contra el cual el equipo dirigido por Jorge Olarticoechea se jugará la clasificación mano a mano (debe ganar para pasar a la siguiente fase), es, según la opinión del ex-Boca, colectivamente superior a la Argentina.

Que un futbolista juzgue como más capacitado al adversario que está a punto de enfrentar podría tacharse de crudo realismo. Pero si ese adversario es Honduras, da para preocuparse.

Es probable que Calleri, como la mayoría del público, entienda que, por calidad individual, Argentina se ubica en una posición más avanzada que Honduras.Pero dado el funcionamiento deficiente exhibido hasta aquí (el delantero lo atribuye a la falta de conocimiento entre los jugadores), la confianza en el espesor futbolístico tradicionalmente rico de los jugadores criollos se desploma.

Al parecer, nadie escatima autocrítica en el plantel. Y tanto futbolistas como entrenador coinciden en que el equipo está en deuda. Que no juega bien.

El escaso rodaje tal vez sea decisivo, como indica el sentido común. Ante este panorama, entonces, el técnico debería deponer su compulsión innovadora y recurrir a un diseño donde los futbolistas no estén obligados a cambiar sus hábitos.

Si Espinosa y Pavón suelen rendir en un muy bien nivel por la banda derecha, ¿por qué inducirlos a variar ese perfil, aunque sea transitoriamente? Sí Gómez es defensor, ¿para qué improvisarlo como volante-delantero? Con el correr de los minutos, afortunadamente, el entrenador fue cediendo en el deseo de imprimir su autoría. Y así advirtió que ningún rebusque táctico podía sustituir (con escaso tiempo de ensayos) el aporte de un organizador de juego bastante clásico como Lo Celso.

Del mismo modo, quizá debería optar por quedarse con uno de los dos cincos (Ascácibar y Martínez). Antes que complementarse (también requiere horas de vuelo), por momentos se estorban.

Frente a la merma de confianza, a la debilidad estructural, nada mejor que volver a las fuentes. Que acudir a la organización en la que cada futbolista se sienta a gusto.

Por lo demás, el discurso más enfático del DT tal vez no tendría que enfocarse en el libreto táctico, sino en estimular los sobrados talentos de sus dirigidos. Sin pretensiones desbocadas. Que cada quien entre a la cancha a hacer lo que sabe, que no es poco. Lo sensato y modesto no quita lo valiente.