Pareciera que ha pasado un siglo, y no solamente 100 días, desde la última vez que el béisbol era lo más importante en las Grandes Ligas (MLB).

Tres meses y centavos después que los Washington Nationals derrotaron en siete partidos a los Houston Astros en la Serie Mundial para capturar el primer campeonato de su historia, los equipos de las ligas mayores abren sus campamentos de entrenamientos invernales-primaverales para que sus jugadores se pongan en forma óptima de juego para la temporada del 2020, programada para arrancar el 26 de marzo.

Los New York Mets, Pittsburgh Pirates y San Diego Padres invitaron a sus pitchers y receptores a reportarse desde el lunes, para tener el martes su primera sesión oficial de trabajo, aunque muchos de ellos ya estaban tensando sus músculos desde el fin de semana. Para el sábado, los lanzadores y receptores de los 30 clubes estarán trabajando a tiempo completo.

Los jugadores de posición no están obligados a integrarse hasta la próxima semana, comenzando el Día de San Valentín con los de Mets y Padres. El primer día de trabajo de todos los clubes con todos sus jugadores será el miércoles 18. Tres días después, comenzará la acción de exhibición en las ligas del Cactus en Arizona y La Toronja en la Florida.

Con un poco de suerte, para cuando llegue el Día de Apertura de la temporada regular, el béisbol podría ser una vez más lo más importante de las ligas mayores.

Por los tres meses anteriores, y, muy probable y desafortunadamente, a lo largo de febrero, el escándalo del robo de señales de los Astros (que también tiene bajo investigación a los Boston Red Sox) fue el tema bandera en el mundo de la MLB.

La denuncia del exlanzador de los Astros, Mike Fiers, abrió una investigación por parte de la oficina del comisionado, que confirmó que Houston utilizó aparatos electrónicos para desarrollar un sofisticado sistema de robo de señales a sus rivales. Como consecuencia del escándalo perdieron sus puestos el gerente general Jeff Luhnow y el mánager AJ Hinch, de los Astros; y los mánager Alex Cora, de Boston, y Carlos Beltrán, de Mets.

El comisionado Manfred mantiene abierta una investigación contra Boston que podría concluir en cualquier momento. Después de ayudar a Hinch a ganar la Serie Mundial del 2017, Cora fue contratado por los Red Sox, que conquistaron el título en 2018.

Pero como si todo eso fuera poco, en el fin de semana, The Wall Street Journal reportó que contrario a lo que MLB reportó en su investigación a los Astros, que el esquema tramposo fue creado en 2017 por Cora, quien era un simple coach de banca, y dirigido por los peloteros, en realidad fue gestionado por la oficina de operaciones de béisbol desde septiembre del año anterior.

Ese último elemento, basado en un largo correo electrónico que mandó el propio comisionado a la gente de los Astros, echa más leña a un fuego que no parece extinguirse por el momento y cambia un poco la narrativa de todo el embrollo.

Por lo tanto, será muy normal que en los campamentos de Astros en West Palm Beach y Red Sox en Fort Myers, ambos en Florida, y en todos los otros en donde entrene algún jugador que fuera parte de esos planteles que ganaron el clásico de otoño en 2017 y 2018, se hable más del pasado que del presente o el futuro.

Tal es el caso del jardinero Mookie Betts y el lanzador David Price, cambiados recientemente por Boston a Los Angeles Dodgers, el equipo que estuvo en el lado perdedor en esas dos ediciones de la Serie Mundial.

La buena noticia es que, con el paso de los días y el reinicio de las acciones, más temprano que tarde, el béisbol volverá a ser lo más importante en las Grandes Ligas.
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Para todos los propósitos prácticos, los cimientos de la operación que involucró a Mookie Betts se sentaron el mismo día en el cual Gerrit Cole accedió a firmar por $324 millones para convertirse en el as de la rotación de los New York Yankees; y la construcción se aceleró cuando los Boston Red Sox despidieron al manager Alex Cora. Una vez que los acérrimos rivales de Boston se hicieron con el as del pitcheo que necesitaban y una vez que los Red Sox perdieron al miembro más importante de su staff, la situación de los Red Sox cobró claridad: este será un año de cambios de nómina, la encrucijada a atravesar en camino al siguiente gran logro.

Sin la presencia de Cora, sin la presencia de Betts, Boston aún sería capaz de competir por un cupo en los playoffs de la temporada 2020 y si todo le saliera bien a los Red Sox y todo le saliera mal a los Yankees y a los Tampa Bay Rays, es posible que los Red Sox pudieran alzarse con el banderín en la División Este de la Liga Americana. Este último escenario requeriría, para comenzar, que muchas, muchísimas lesiones se produjeran en Nueva York y Tampa Bay y que Rafael Devers lograra una actuación digna del Más Valioso.

Pero es mucho más probable que este sea recordado como el año en el cual los Red Sox hicieron un reinicio y dieron un viraje para convertirse una vez más en un club relevante de forma constante, tal como hicieron los Yankees en 2016, cuando negociaron a Andrew Miller y Aroldis Chapman, extrajeron a Gleyber Torres de los Cubs y permitieron que Aaron Judge debutase en Grandes Ligas.

Betts y el lanzador zurdo David Price, héroes de la gesta de 2018, se han ido y no serán las últimas piezas en partir. Inevitablemente, los Red Sox canjearán al jardinero central Jackie Bradley Jr., quizás en medio de una carrera por el banderín. Algunos equipos se mostraron sorprendidos cuando los Red Sox le ofrecieron un contrato durante el otoño pasado. Boston continuará buscando formas de concretar un canje por el diestro Nathan Eovaldi, esfuerzo que cobraría auge si Eovaldi pitchea bien a principios de 2020 y logra restablecer parte de su valor. Brandon Workman, de 31 años, quien comenzó a lanzar su curva una y otra vez y logró sorprender al convertirse en uno de los mejores relevistas del béisbol mayor debería ser cambiado para vender a alto precio en un volátil mercado de brazos de bullpen.

Durante las cuatro temporadas anteriores, J.D. Martínez ligó para .312 con 146 jonrones y OPS de .985 en 535 partidos. A pesar de ello, tiene 32 años y se le deben $62 millones a pagar durante los próximos tres años y a menos que se llegue a una decisión con respecto a la idea del bateador designado universal antes del vencimiento del vigente contrato colectivo entre peloteros y equipos, previsto para diciembre de 2021, los Red Sox se verán sumamente limitados con respecto a los posibles destinos para Martínez. Muchos equipos de la Liga Nacional muestran reservas con respecto a su habilidad defensiva.

Xander Bogaerts y Chris Sale están comprometidos por las cuatro temporadas siguientes y presumiblemente, los Red Sox intentarán concretar una extensión con el antesalista Devers, quien fue líder en dobletes en el Joven Circuito y fue segundo en la categoría de imparables en la campaña anterior y bien podría ser el próximo campeón bate para la organización de Boston. El outfielder Alex Verdugo sería pieza diaria en la alineación sustituyendo a Betts (a un costo mucho menor) y el pitcher diestro Brusdar Graterol aporta mayor calidad a un sistema de granjas que presenta evidente mejoría.

A pesar de ello, aún hay un largo camino para Boston antes de volver a un papel de serio contendor frente a los Yankees, con su colección de estrellas maduras y adquisiciones cuantiosas, y los Rays, que cuentan con una fuerte rotación y la habilidad sobresaliente de desarrollar grandeligas productivos a bajo costo. Los Blue Jays podrían encontrarse por encima de los Red Sox mientras estos emprenden su proceso de renovación, tomando en cuenta que Vladimir Guerrero Jr., Bo Bichette y Cavan Biggio ya han sido ascendidos al equipo grande.

Los Red Sox necesitarán mucho más que talento para retar consistentemente a los Yankees. Betts cuenta con un talento trascendental que fue capaz de elevar el nivel de Boston y es un trabajador, un jugador constantemente inquieto por su actuación y su swing, obsesivo por mejorar a diario. Los Angels cuentan con una figura con características similares, como lo es Mike Trout; por su parte, los Dodgers tienen a Clayton Kershaw y los Indians a Francisco Lindor. Tener una presencia de este tipo gracias al mejor jugador del equipo no será algo fácil de repetir.

Ejecutivos y miembros de gerencias rivales creen que la salida de Cora también constituye una pérdida tangible para Boston debido a su capacidad de generar vínculos con los peloteros y así extraer lo mejor de ellos. Cora convinció a Betts de cazar rectas y ser más agresivo en los conteos, alentó a Martínez para ser el líder de los mítines de los bateadores de mayor importancia, exigió trabajo a Devers y ayudó a que Bogaerts tomara las cosas con más calma.

La remodelación que ha iniciado Boston será tan extensa que el momento para negociar a Betts ha sido el más apropiado, evitando así lo que habría sido una decisión realmente complicada si los Red Sox se hubiesen aferrado a él en medio de la carrera por el comodín en pleno mes de julio. No obstante, aún hay saldo a pagar en el estado de cuenta de la tarjeta de crédito a consecuencia de esa mentalidad de "ganar hoy" que ayudó a crear ese contendor de la Serie Mundial en 2017 y 2018 y podría pasar un buen tiempo antes de que Boston se aproxime a lo que una vez fue.

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Omar Vizquel
MLB Photos/Getty Images
Cuando uno ha tenido una carrera estelar y llega su momento de ser elegible para el Salón de la Fama, el mayor sueño es entrar en el primer año. El que diga lo contrario estará mintiendo.

Sin embargo, sólo 57 de los 233 peloteros de Grandes Ligas exaltados al Templo de los Inmortales lograron entrar en su primera aparición en las boletas.

Esa cifra representa apenas un 24 por ciento del total de miembros del Salón de la Fama que tuvieron tal trayectoria que no dejaron espacio para dudas entre los votantes de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA, por sus siglas en inglés).

Algunos, incluso, consiguieron su exaltación gracias al Comité de Veteranos y no a la votación de la BBWAA.

Pero al final, ¿qué importa en qué oportunidad entró, si a la larga lo logró? Hoy Larry Walker es un hombre tan feliz como Derek Jeter y en julio ambos irán juntos a la ceremonia de exaltación.

Para quienes no obtienen los votos suficientes a la primera, sus posibilidades dependen entonces no sólo de las estadísticas que pusieron en el terreno y de la integridad con que jugaron el béisbol.

Tiene mucho que ver también con los otros nombres que aparecen cada año en las boletas.

Por ello, el 2021 podría ser el momento en que el venezolano Omar Vizquel, uno de los mejores campocortos que pisaron jamás un diamante, sea finalmente inmortalizado.

A primera vista, ninguno de los candidatos que debutarán en las boletas el año próximo tiene el calibre de Salón de la Fama.

Mark Buehrle, Tim Hudson, Torii Hunter, el dominicano Aramis Ramírez, Shane Victorino, Dan Haren, Barry Zito, Alex Ríos, Aaron Harang, A.J. Burnett, Nick Swisher y Grady Sizemore fueron buenos peloteros, con una calidad por encima del promedio, pero sin la categoría suficiente para tener una placa en Cooperstown.

Por ahí lleva ventaja el venezolano de las manos de seda, ganador de 11 Guantes de Oro como defensor de la llave del cuadro.

Vizquel debutó en las boletas en el 2018 y obtuvo el 37 por ciento de los votos.

En esa ocasión la competencia estaba demasiado fuerte, pues también se iniciaban en la papeleta Chipper Jones y Jim Thome, quienes fueron escogidos, junto al quisqueyano Vladimir Guerrero, en su segundo año y Trevor Hoffman, en su tercero.

Y todavía quedaban el puertorriqueño Edgar Martínez, Mike Mussina y Larry Walker.

En el 2019, la porfía era igual de dura, con el debut del panameño Mariano Rivera y Roy Halladay, quienes fueron entronizados junto a Edgar y Mussina.

No obstante, el venezolano tuvo ganancia de 5.8 por ciento y obtuvo 42.8.

En su tercer año de elegibilidad, cuando debutaba Derek Jeter, Vizquel ascendió aún más en la preferencia de los votantes hasta el 52.6, casi diez puntos porcentuales en relación con el 2019.

Para que se tenga una idea de cuán cuesta arriba ha sido el camino del estelar torpedero, baste decir que en sus tres primeros años de elegibilidad fueron exaltados diez jugadores por la BBWAA y cinco por el Comité de Veteranos. ¡15 en total!

Para el 2021, el gran favorito es el lanzador Curt Schilling, quien consiguió esta vez 70 por ciento de los votos.

Nunca un candidato que logró entre 70 y 74 por ciento en una ocasión, quedó fuera en la siguiente oportunidad, así que, de seguir esa tendencia, Schilling estará entrando el año próximo.

Y quién sabe si acompañado por Vizquel, quien además de su defensiva hermética, elegante y espectacular, es el segundo campocorto con más hits, sólo detrás de Jeter.

Entonces, no importará si lo hizo en su primero o en su cuarto año.
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Parecía que este sería el año en que el Salón de la Fama del béisbol se abriría de par en par a la llamada generación de los esteroides.

En la medida en que el colega Ryan Thibodaux iba revelando en su cuenta de Twitter @NoMrTibbs la marcha de las votaciones, Barry Bonds y Roger Clemens bordeaban la frontera del 75 por ciento necesario para ser exaltados.

Sin embargo, sólo aproximadamente la mitad de las boletas se hicieron públicas y cuando se anunció la votación final, tanto Clemens, como Bonds, se cayeron estrepitosamente hasta 61 y 60.7 por cientos, respectivamente.

Las cifras representan una ligerísima ganancia en relación con las votaciones del 2019, cuando el siete veces ganador del premio Cy Young consiguió 59.5 por ciento y el líder en jonrones de todos los tiempos tuvo 59.1.

Getty ImagesBarry Bonds tuvo el 60.7 por ciento de los votos para el HOF.

El tiempo comienza a correr en contra de ellos, dos de los principales exponentes de la llamada era de los esteroides y de cuya entrada o no al Templo de los Inmortales depende la suerte de otros vinculados al tema de las sustancias prohibidas.

A ambos les quedan dos años elegibilidad en las boletas de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA) y la progresión mostrada en las ocho ocasiones anteriores no parece muy optimista.

Clemens y Bonds debutaron en las boletas de la BBWAA en el 2013, cuando consiguieron 37.6 y 36.2, respectivamente.

Al siguiente año tuvieron un retroceso, cuando el lanzador bajó a 35.4 y el jardinero cayó a 34.7.

En el 2015 tuvieron un ligero repunte que los llevó prácticamente al mismo punto de su primer año de elegibilidad, cuando Clemens fue votado por el 37.5 por ciento y Bonds por el 36.8.

Esos significaron tres años prácticamente perdidos y no fue hasta el 2016 que consiguieron un buen empuje.

En esa ocasión, el serpentinero que jugó 24 temporadas repartidas entre los Boston Red Sox, los Toronto Blue Jays, los New York Yankees y los Houston Astros subió hasta el 45.2.

Por su parte, el jardinero de los Pittsburgh Pirates y los San Francisco Giants repuntó hasta el 44.3.

Las esperanzas de ambos se renovaron en el 2017, segundo año consecutivo con un gran salto, cuando Clemens terminó con 54.1 y Bonds con 53.8.

Pero en las tres votaciones siguientes, en 2018, 2019 y 2020, aunque ambos han tenido ganancias, estas han sido menores, a razón de dos o tres por ciento anual.

El lanzador derecho tuvo en esos años 57.3, 59.5 y 61 por cientos, mientras que el toletero zurdo cosechó 56.4, 59.1 y 60.7.

A ese ritmo, ni de casualidad conseguirán los casi 15 puntos porcentuales que necesitan para ser entronizados al Salón de la Fama.

Ya hay en Cooperstown algunas figuras que en algún momento se mencionaron como sospechosos de usar esteroides para mejorar su rendimiento deportivo, como Jeff Bagwell, Mike Piazza e Iván Rodríguez.

Pero Clemens y Bonds eran dos de las caras más visibles de toda una generación que los mira con esperanza de recibir algún día un perdón reivindicador que reconozca sus hazañas en el terreno.

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La votación del Salón de la Fama de Cooperstown del 2020 dejó una buena y una mala noticia para Curt Schilling, Barry Bonds, Roger Clemens y Omar Vizquel. La mala: No entrarán al Salón de la Fama el próximo verano. La buena: Todos ganaron suficiente apoyo como para considerar que avanzaron al círculo de espera para el 2021.

El antiguo torpedero de los New York Yankees, Derek Jeter, recibió la segunda mayor votación de la historia, para ser electo junto al jardinero canadiense Lary Walker, anunció el martes la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA). Jeter, quien debutaba en la boleta, fue aprobado por 396 de 397 votantes, para un 99.7%, solamente inferior al unánime que recibió el año pasado su ex compañero de equipo, el lanzador relevista panameño Mariano Rivera.

Jeter y Walker serán exaltados el domingo 26 de julio, junto al fenecido Marvin Miller, primer director de la Asociación de Peloteros de las Grandes Ligas, y el ex receptor Ted Simmons, electos en diciembre por el Comité de Veteranos del Salón de la Fama.

En el octavo año de elegibilidad de los tres, Schilling recibió un 70%, Clemens 61% y Bonds 60.7%, el mayor apoyo que han registrado desde que aterrizaron en la boleta de los escritores en el 2013. Vizquel fue anotado en el 52.6% de las papeletas en su tercer proceso.

Omar Vizquel en juego con White Sox (MLB)
AP Photo/Nick WassEl venezolano Omar Vizquel ha mejorado en las votaciones en sus tres años: 2020 (50%), 2019 (42.8%), 2018 (37%).

Mientras la votación por Schilling ha ondulado al ritmo de sus controversiales posiciones públicas sobre diferentes temas políticos y sociales; Bonds y Clemens, cuyas extraordinarias carreras fueron manchadas por el escándalo de la sustancias para mejorar el rendimiento, y Vizquel, quien fue especialista de la defensa, un área eternamente subestimada por especialistas y aficionados, han mejora cada año en la papeleta, como mostramos aquí:

Bonds en últimos 5 años: 2020 (60.7%), 2019 (59.1%), 2018 (56.4%), 2017 (53.8%), 2016 (44.3).

Clemens últimos 5 años: 2020 (61%), 2019 (59.5%), 2018 (57.3%), 2017 (54.1%), 2016 (45.2%).

Curt Schilling últimos 5 años: 2020 (70%), 2019 (60.9%), 2018 (51.2%), 2017 (45%), 2016 (52.3%).

Omar Vizquel en sus tres años: 2020 (50%), 2019 (42.8%), 2018 (37%).

Tomando en cuenta que la boleta del 2021 no tendrá a nuevos súper candidatos y que afortunadamente terminó la agonía de Edgar Martínez y Larry Walker en las últimas dos elecciones, entonces los votantes habilitados de la BBWAA tendrán que enfocarse en candidatos como Bonds, Clemens, Schilling, Vizquel, Scott Rolen y Billy Wagner, entre otros que estuvieron habilitados este año.

Los lanzadores Mark Buehler, Tim Hudson, Dan Haren y Bary Zito; el antesalista dominicano Aramis Ramírez y el jardinero Torii Hunter encabezan a los jugadores que aparecerán por primera vez en la boleta de diciembre. Ninguno es exactamente una línea para el Salón de la Fama.

Así las cosas, es muy probable que el próximo enero sea anunciado uno o dos (o tres) entre Schilling, Bonds, Clemens, Vizquel y compañía. Excepto, si los periodistas repiten su comportamiento del 2013 y 1996, las últimas dos veces que la BBWAA no eligió a nadie al Salón de la Fama.

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Tuvieron que pasar 83 años desde que se creó el Salón de la Fama de Cooperstown para que alguien consiguiera la exaltación con el 100 por ciento de los votos de los miembros de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA).

Apenas 12 meses después de que el panameño Mariano Rivera lograra entrar por unanimidad, su compañero de los New York Yankees Derek Jeter se quedó a un voto de repetir la hazaña, al llevarse 396 de 397 posibles (99.7).

Si excepcional es el logro de Rivera, lo extraordinario es que nadie lo hubiera conseguido antes.

Ni Babe Ruth, la encarnación suprema del béisbol, pudo llevarse la totalidad de los sufragios, al terminar con el 95.13 por ciento.

De hecho, Ruth, exaltado en la clase inaugural del Templo de los Inmortales en 1936, ni siquiera fue el más votado en esa ocasión, honor que correspondió a Ty Cobb, con el 98.23.

El que más cerca había quedado antes que Mariano rompiera esa barrera fue Ken Griffey Jr., con el 99.32 en el 2016.

Ahora Jeter, con el 99.7, es el segundo de más alto porcentaje y la pregunta que flota en la mente de todos los que siguen esto, ya periodistas, ya peloteros, ya fanáticos, es ¿quién fue el único que no votó por el Capitán?

Uno trata de meterse en la cabeza de los votantes para entender cómo alguien pudo desechar en sus boletas al Junior, al Bambino o a otras luminarias indiscutibles que elevaron el juego a sus niveles supremos.

Derek Jeter
Nick Laham

¿Puede algún miembro de la BBWAA haber tenido prejuicios raciales para no votar por Hank Aaron, quien brilló en la era en que se llevaba a cabo en Estados Unidos una batalla crucial por los derechos civiles de los afroamericanos en la década de los 60?

Es lo único que puede haber llevado a nueve escritores a obviar quien era, al momento de su exaltación, líder absoluto en jonrones y carreras impulsadas en la historia de las Mayores.

¿Habrá existido algún periodista dolido de Boston que no lo hizo por Ruth?

Es difícil imaginar a alguien que ignore a Nolan Ryan, con sus 5,714 ponches y siete juegos sin hits, ni carreras.

¿Jeter? ¡Ni soñarlo! Eso no cabía en la imaginación de nadie.

No es que todos tengan que votar por todos. La mayoría de los inmortales tiene puntos cuestionables, pero hay otros en los que no queda el más mínimo espacio para dudas.

La unanimidad de Mariano sigue siendo excepcional. Ahora sólo nos queda esperar para cuando les toque su turno a Ichiro Suzuki y a Albert Pujols, los dos con mayores posibilidades de tener el 100 por ciento.
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El béisbol está viviendo por estos días uno de los mayores escándalos de su historia con la novela del robo de señas de los Houston Astros en la postemporada del 2017, práctica que se extendió un año después a los Boston Red Sox de la mano del mánager Alex Cora.

El caso ya le costó la cabeza al gerente general y al director de los Astros, Jeff Luhnow y A.J. Hinch, respectivamente, a Cora en los Red Sox y a Carlos Beltrán en los New York Mets, equipo con el que no llegó a dirigir ni un juego.

Además, han salido a la luz una serie de videos sospechosos que dan pie a teorías conspirativas que señalan a José Altuve y a Robinson Chirinos como usuarios de las más sofisticadas tecnologías puestas en función de la trampa.

La envergadura del escándalo ha sido tal que algunos buscan similitudes con la de los Chicago White Sox de 1919, cuando ocho de sus jugadores vendieron a los apostadores la Serie Mundial ante los Cincinnati Reds.

Nada que ver. Aunque en ambos casos se trata de una trampa, la de los Medias Blancas es éticamente más condenable, pues aquellos llevaron a perder a su propio equipo a cambio de un beneficio económico resultante de las apuestas.

Éstos, independientemente de que también recibieron una gruesa bonificación propia de la postemporada, lo hicieron para ganar a toda costa, al precio que fuera, sin importar las consecuencias.

Y como las personas inevitablemente buscamos comparaciones en cada actividad humana, una pregunta que se ha repetido muchas veces en los últimos días es: ¿es peor el robo de señales de los Astros con el uso de la tecnología o la utilización de esteroides y hormonas de crecimiento para mejorar el rendimiento atlético que se expandió por el mundo del béisbol como una epidemia?

Antes de comenzar a escribir esto, coloqué una encuesta en mi cuenta de Twitter @JorgeMorejon63 y el 66.7 por ciento de los votantes dijeron que era peor el escándalo que por estos días envuelve a los Astros y Red Sox, mientras que un 33.3 por ciento se decantó por los esteroides.

Ambos casos son deplorables y sancionables, pero las consecuencias son distintas.

Esteroides

Barry Bonds, Roger Clemens and Mark McGwire
Getty ImagesBarry Bonds, Roger Clemens y Mark McGwire, tres de las vacas sagradas involucradas en el uso de esteroides.

El uso de esteroides y hormonas de crecimiento humano (HGH) no hace mejor bateador a quien nunca fue bueno.

Ozzie Canseco pudo meterse las mismas sustancias que su hermano José, gemelo idéntico, pero sin igual coordinación ojo-mano, pasó sin dejar huellas por el béisbol.

Barry Bonds, con o sin esteroides, ha sido uno de los mejores bateadores que hayan pasado por las Grandes Ligas y en realidad no necesitaba apelar a ayuda externa para brillar.

El asunto de las sustancias prohibidas es que amplían la capacidad de trabajo en el gimnasio, retrasan la fatiga y permiten mayores repeticiones con las pesas, lo cual hace que el atleta sea más fuerte, con una mayor masa muscular.

El problema es que el uso de esos fármacos sintéticos causa daño orgánico muchas veces irreversible y ésa es la razón fundamental por la que son prohibidos, aparte de brindar una ventaja considerable frente a quienes han decidido jugar de manera limpia, con los límites de esfuerzos que la naturaleza les dio.

Encima de ello, esta epidemia creó un problema social que se expandió más allá de las ligas Mayores y Menores.

La presión por conseguir una beca universitaria o la firma de un contrato profesional llevó a muchos padres a someter a sus hijos adolescentes a estos experimentos que de cierta manera pueden ser considerados una forma de abuso infantil.

Jovencitos que aún no habían terminado su desarrollo ya estaban metiéndose Dios sabe qué químicos porque sus padres los veían como una inversión que les aseguraría una vida sin escasez a sus hijos y una vejez sin sobresaltos para ellos.

Se creó toda una mafia de ventas de esas sustancias, similares a las redes del narcotráfico, sin importar la salud y los valores del juego limpio.

Si en Estados Unidos el problema era ya incontrolable, peor aún resultaba en países pobres sin ningún rigor científico, donde los muchachos se metieron hasta hormonas de caballos con tal de una firma que los sacara de la pobreza.

Robo de señas

Quizás la gente haya votado más por la trampa de los Astros y los Red Sox debido al momento.

Esta noticia desplazó del panorama informativo a los agentes libres que siguen sin trabajo, la inminente entronización de Derek Jeter al Salón de la Fama de Cooperstown de manera unánime y hasta el juicio político contra Donald Trump y la carrera por la nominación presidencial del Partido Demócrata.

Pero el fraude del robo de señas no garantizó en un 100 por ciento el triunfo de Houston en la Serie Mundial del 2017.

Bastaba con que Dave Roberts, el mánager de Los Angeles Dodgers, hubiera dirigido aceptablemente uno solo de los siete juegos del Clásico de Otoño y de nada le hubiera valido a los Astros su trampa.

Roberts solito perdió la Serie Mundial con el cúmulo de despropósitos que mostró desde el puente de mando de la nave angelina.

Por otro lado, es humanamente imposible descifrar con exactitud cada seña del receptor y en cuestión de dos o tres segundos enviar la señal de la cámara al cuarto de video, de ahí al dugout y luego golpear el tanque de basura con el que se transmitía al bateador en turno el envío que vendría.

Alguna que otra vez debió salir bien, pero no en todos y cada uno de los lanzamientos.

Aun así, avisado, trate de pegarle bien a una recta de 100 millas por hora o deje pasar un envío de rompimiento por el supuesto de que caerá fuera de zona.

Si no, que le pregunten a quienes enfrentaron tantas veces a Mariano Rivera, quien todo el mundo sabía que vendría con una recta cortada.

Advertidos y todo, los bateadores caían ante el panameño como moscas golpeadas con un periódico.

¿Que es un fraude? Sí, por supuesto que lo es. Desde que se creó el béisbol, los rivales han tratado siempre de descifrar las señas del rival como parte de la picardía del juego, pero lo que hicieron Houston y Boston con la ayuda de la tecnología, viola los principios éticos y la integridad del deporte.

En el béisbol, el único robo permitido es el de bases. En la vida, quizás robarse un beso.

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El puertorriqueño Carlos Beltrán tuvo una gran carrera de 20 años en Grandes Ligas, que arrancó con el premio de Novato del Año de la Liga Americana en 1999 con los Kansas City Royals, incluyó nueve visitas a Juegos de Estrellas y terminó con el triunfo en la Serie Mundial del 2017 con los Houston Astros.

A lo largo de 20 campañas, dejó una línea ofensiva de .279 de average, promedio de embasamiento de .350 y slugging de .486, con un OPS de .837.

Disparó 2,725 hits, de ellos 565 dobles, 78 triples y 435 jonrones, con 1,587 carreras impulsadas y 1,582 anotadas, 312 bases robadas y 1,084 boletos.

Números sólidos, que sin llegar a ser extraterrestres, bastaban para armar un caso a su favor para una eventual exaltación al Salón de la Fama de Cooperstown.

Pero donde Beltrán se convertía en un ser de otra galaxia era en las postemporadas, a las que asistió en siete ocasiones distintas, hasta totalizar 15 series en las diferentes instancias de playoffs.

Tuvo 215 turnos en los que pegó 66 cohetes, para average de .307, con 16 bambinazos y 42 impulsadas, con un slugging de .609, OBP de .412 y OPS de 1.021.

Sus estadísticas son similares y en algunos aspectos superiores a las de Andre Dawson, Ron Santo, Barry Larkin y Harold Baines, quienes tienen sus placas ya debídamente atornilladas en el Salón de la Fama.

Tal vez no hubiera sido de esos que a la primera entran a Cooperstown en alfombra roja con bombos y platillos, pero no todos los que hoy están en el Templo de los Inmortales lo hicieron el año en que debutaron en las boletas. Eso es lo de menos.

Pero al menos por ahora, esos sueños se desmoronaron.

Beltrán, al que a su llegada en el 2017 al campo de entrenamientos primaverales de los Astros para su vigésima y última campaña, los jugadores más jóvenes lo trataban de Usted en señal de respeto, enlodó su legado por su papel en el entramado de robo de señales en la postemporada de ese año.

Seleccionado como mánager de los New York Mets para el 2020, no pudo siquiera dirigir su primer juego y aunque los reportes iniciales dijeron que renunció, todo indica que el equipo lo despidió para evitar los problemas de relaciones públicas y distracciones que hubiera implicado tenerlo en el puente de mando.

El escándalo del 'Señas-Gate' le cierra en las narices las puertas del Salón de la Fama, para el cual será elegible por primera vez en el 2022.

En dependencia de qué porcentaje consiga en esa ocasión, tendrá hasta diez años más y quién sabe si en el 2032, los votantes de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA) habrán olvidado lo sucedido en el 2017 y deciden perdonarle la trampa.

Ahora mismo, las esperanzas del boricua podrían estar centradas en lo que pase con Barry Bonds y Roger Clemens, quienes parece que finalmente conseguirán el 75 por ciento necesario de los votos de la BBWAA para ser inmortalizados.

Si se les abren las puertas a dos de las caras más emblemáticas de la era de los esteroides, siempre existe una posibilidad para Beltrán.

A fin de cuentas, como dice el refrán, la esperanza es lo último que se pierde.
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Noche de debut y despedida es el título de un viejo bolero.

En el caso de Carlos Beltrán, fue una despedida sin debut, tras renunciar a dirigir a los New York Mets por su papel en el escándalo de SeñalesGate.

Cuando Beltrán llegó al campo de entrenamientos de los Houston Astros en el 2017 para la que sería su vigésima y última temporada, los peloteros más jóvenes lo trataban de usted, en señal del respeto que se ganó a lo largo de una carrera que apuntaba a terminar en el Salón de la Fama de Cooperstown.

Fue ese mismo respeto el que llevó a los Mets a contratarlo como mánager para tratar de enderezar una nave que lleva años sin rumbo.

A menos de un mes para que abran los campos de entrenamientos, "el otro equipo de New York" acaba de dar un paso atrás en sus planes de recuperación y ahora la gerencia tendrá que salir a buscar un nuevo timonel.

En el papel, los Mets siempre lucen poderosos, pero por múltiples causas, los resultados en el terreno han dejado mucho que desear.

Hensley Meulens coach (San Francisco Giants)
AP Photo/Orlando Ramírez, FileHensley Meulens podría ser uno de los candidatos al puesto vacante de mánager de los Mets.

Ahora parecían listos para dar ese esperado salto en la muy competitiva división Este de la Liga Nacional, bajo el liderazgo del debutante mánager boricua y luego de blindar su cuerpo de lanzadores, tanto de abridores como de relevistas, con la llegada de los agentes libres Michael Wacha, Rick Porcello y Dellin Betances.

A esta altura del año, ya Beltrán y su staff de asistentes y coaches debían haber avanzado bastante en la planificación del trabajo para la pretemporada y la campaña del 2020.

Ahora todo lo que se había adelantado podría venirse abajo y habría que empezar de cero y contra el reloj.

¿Quién podría reemplazar a Beltrán? ¿Buscarán los Mets a una figura experimentada disponible allá afuera o tratarán de encontrar su nuevo dirigente entre las personas que ya están dentro de la organización?

Inmediatamente han sido mencionados en las redes sociales nombres como Buck Showalter y Dusty Baker, dos viejos conocidos que en sus respectivas carreras no ganaron nada, a pesar de lo cual muchos equipos insisten en reciclarlos y darles una nueva oportunidad de fracasar.

Si yo fuera Brodie Van Wagenen, el gerente general de los Mets, le entregaría las riendas al curazoleño Hensley Meulens, quien desde el 2010 formó parte del cuerpo de dirección de los San Francisco Giants y pasó los dos últimos años como coach de banca de Bruce Bochy.

Al lado de semejante maestro, Meulens debe haber bebido del conocimiento del mánager más exitoso de la última década en las Grandes Ligas y la ocasión parece perfecta para darle la oportunidad de mostrar lo aprendido.

De hecho, se suponía que Meulens sería el sucesor natural de Bochy en los Giants, luego de que el veterano mentor anunciara su retiro después de la pasada contienda.

Pero San Francisco optó por contratar a Gabe Kapler, un hombre que fracasó estrepitosamente en los dos años que estuvo al mando de los Philadelphia Phillies.

El curazoleño fue contratado entonces como coach de banca de Beltrán, de quien fue entrenador de bateo cuando el boricua jugó para los Giants en el 2011.

En ese cargo, Meulens debe haber sido parte esencial de todo el trabajo de planificación de la venidera temporada y ya tiene adelantada parte del camino que, en caso de traer a alguien de afuera, tendría que arrancar de cero.

Además, tiene a su favor además una capacidad comunicativa que difícilmente se encuentre en otra persona en todas las Grandes Ligas, pues tiene la habilidad de hablar cinco idiomas, lo cual facilitará la relación con todos sus jugadores.

Ya comandó a Holanda y llegó hasta las semifinales en el Clásico Mundial de Béisbol del 2017 y sería un acontecimiento histórico si le dan el mando de los Mets, pues se convertiría en el primer nacido en Curazao en dirigir en Grandes Ligas.
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Mike Fiers
AP Photo/Chris O'MearaA menos que tenga un año digno del premio Cy Young, difícilmente otros equipos se animarán a ofrecerle trabajo a Mike Fiers, alguien que luego va por el mundo contando las interioridades de las franquicias para las cuales jugó anteriormente.

Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas. Y lo que pasa en un clubhouse... debería quedarse en un clubhouse.

Pero en estos tiempos en los que los jugadores cambian de equipo como si fuera ropa interior, es una utopía pretender que los secretos no salgan a la luz.

Mike Fiers fue el hombre que abrió la Caja de Pandora, al revelar la trampa de los Houston Astros con el robo de señas con el uso de tecnología durante la postemporada del 2017.

Fiers, quien lanza ahora para los Oakland Athletics, era parte de los Astros cuando ese año ganaron la Serie Mundial.

El derecho de 34 años entra en el 2020 en la última temporada de su actual contrato con los Atléticos y su futuro, más allá de la campaña que se avecina, luce incierto.

A menos que tenga un año digno del premio Cy Young, difícilmente otros equipos se animarán a ofrecerle trabajo a alguien que luego va por el mundo contando las interioridades de las franquicias para las cuales jugó anteriormente.

Quizás Los Angeles Dodgers, en acto de agradecimiento, si acaso, ya que su delación los reivindicó de alguna manera.

¿Por qué contó lo sucedido en Houston una vez que salió de allá?

Si le remordió la conciencia, fue de manera extemporánea, porque bien que se benefició y recibió su anillo de campeón de la Serie Mundial, aunque no lanzó ni una sola pelota en toda la postemporada.

Él no era un líder dentro del clubhouse, pero si le pareció que robar las señas de la manera en que se hacía estaba mal, debió convocar una reunión interna en el camerino y llamar la atención de las violaciones éticas que ello implicaba.

Si bien habría empezado a ser mirado con recelo por el resto de los jugadores, posiblemente eso hubiera sido suficiente para parar las intenciones tramposas.

¿A que no se llena de valor ahora y devuelve el anillo? Eso es tan improbable que suceda como que le quiten a los Astros el título.

Pago por ver el recibimiento que le darán en el Minute Maid Park cuando Oakland vaya a jugar a Houston el fin de semana del 24 al 26 de abril. Los abucheos harán temblar los cimientos del estadio.

Y ¡ay! si se le escapa un lanzamiento e involuntariamente le pega a un bateador de los Astros. Arderá Troya en el fuego del morbo.

El de Mike Fiers es un caso con muchas aristas, todas complicadas, que depende del ángulo en que se mire.

Más que denunciar lo ocurrido, lo más criticable es el momento que esperó para hacerlo.

Por otro lado, desterrarlo del béisbol sería de cierta manera condonar la trampa de los Astros, que él, con su delación, ayudó a desenmascarar.

Si no, pregúntenle a José Canseco, condenado al ostracismo por destapar todo el entramado del uso de esteroides en las Grandes Ligas, lo cual obligó a regular un fenómeno que crecía como una indetenible avalancha de nieve y que no se sabe a dónde hubiera llegado.

Canseco usó a medio mundo de chivo expiatorio y ello le valió el repudio de la gente, aunque algún día el béisbol tendrá que agradecerle.

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