Justin Verlander tiene un pie dentro del Salón de la Fama de Cooperstown. Sus 225 victorias con 129 derrotas, efectividad de 3.33 y 3,006 ponches a lo largo de 15 temporadas son números suficientes para la gloria eterna. A sus 36 años no da señales de declive, por lo que sus estadísticas engordarán aún más para cuando llegue el momento, cinco temporadas después de su retiro, de recibir la ansiada llamada del Templo de los Inmortales.

Sin embargo, Verlander tiene una asignatura pendiente, que hasta ahora representa una mancha en su rica y extensa trayectoria: ganar un juego en Serie Mundial.

Este martes, en el sexto choque del clásico de octubre, tiene la oportunidad de redimirse y llevar a los Houston Astros a su segunda corona en tres campañas.

El supersónico serpentinero ya está en los libros de récords como el único abridor con cinco derrotas en Series Mundiales, tras caer en el segundo partido ante los Washington Nationals.

Verlander ha ido de más a menos en postemporadas. En series divisionales ostenta balance de 8-1 en 13 encuentros, con promedio de limpias de 2.52. Ya no ha sido tan dominante en series de campeonato de liga, con registro de 6-4 y efectividad de 3.13 en 11 desafíos. Y en clásicos de otoño exhibe un pobre 0-5 y 5.73 en seis aperturas.

Su primer viaje a la Serie Mundial fue en el 2006, con los Detroit Tigers. En aquella ocasión abrió dos partidos ante los St. Louis Cardinals, el primero y el quinto. En el primero fue castigado con seis limpias y siete hits en cinco entradas, en el juego que los Cardenales se impusieron 7-2. En el quinto volvió a tomar la lomita, con su equipo debajo en la serie 3-1 y en seis episodios aceptó tres carreras, dos de ellas sucias, para cargar con su segunda derrota, esta con pizarra de 4-2, que le dio a St. Louis la corona.

Tim Warner/Getty ImagesJustin Verlander lo ha logrado todo en el béisbol de las Mayores... menos ganar un partido de Serie Mundial.
Seis años más tarde regresó al clásico de octubre, nuevamente con los Tigres, frente a los San Francisco Giants. Y en su única salida recibió la que posiblemente haya sido la más humillante derrota de su carrera.

Apenas pudo sostenerse cuatro innings sobre la lomita y permitió cinco limpias y seis hits, dos de ellos jonrones del venezolano Pablo Sandoval, para archivar su tercer fracaso en esta instancia y dejar efectividad de 11.25.

En el 2017 volvería a la Serie Mundial, pero con Houston, equipo que lo adquirió el 31 de agosto, último día para hacer intercambios vía waivers en la temporada. Esa vez inició dos partidos, pero la fortuna siguió sin sonreírle. En el segundo juego ante Los Angeles Dodgers no lo hizo mal, pero se fue sin decisión, tras permitir tres limpias en seis innings.

Dejó el choque perdiendo, pero los Astros consiguieron empatar la pizarra en el noveno y ganaron 7-6 en 11 entradas.

Abrió también el sexto encuentro y no pudo mantener una ventaja mínima de una carrera que le dieron sus compañeros, al tolerar dos limpias en seis capítulos y cargar con su cuarta derrota en Series Mundiales, esta vez con pizarra de 3-1.

Y por último vino la derrota del miércoles pasado en el Minute Maid Park, al aceptar cuatro limpias y siete imparables en seis tramos, en el juego que terminó por paliza de 12-3 favorable a Washington.

Veremos entonces si consigue reivindicarse en esta nueva oportunidad que le da la vida o si vuelve a fracasar y la Serie Mundial se extiende a siete juegos.

Para alguien de su talla, ya es hora.

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Un solo pitcheo puede hacer la diferencia en un juego. Una mala decisión arbitral sobre un envío puede cambiar por completo la decoración de un partido.

Así ocurrió este sábado en el cuarto juego de la Serie Mundial, en el que los Houston Astros apabullaron a los Washington Nationals 8-1, para igualar las acciones a dos triunfos por bando.

El inning siete, en el que los Astros se despegaron finalmente en la pizarra con un grand slam de Alex Bregman, debió terminar sin anotaciones, pero el árbitro principal, James Hoye se equivocó en un lanzamiento de Tanner Rainey que era el tercer strike para George Springer.

Kyle Tucker corría en primera y salió al robo de segunda. De no haber errado el umpire y cantado el ponche a Springer, el cátcher Yan Gomes, lo hubiera puesto out en la intermedia, pues soltó un láser que llegó con mucho tiempo.

Pero el error arbitral significó boleto para Springer y que Tucker llegara quieto a segunda.

George Springer en turno (Houston Astros)
Win McNamee/Getty Images

Fue un simple pitcheo que habría terminado en doble matanza: ponche al bateador y capturado en intento de robo el corredor de primera.

Acto seguido, José Altuve elevó al jardín derecho y hubiera sido el tercer out, sin carreras.

Los errores arbitrales son parte del juego, pero a estas instancias, cuando está disputándose la corona, cada pifia se amplifica, cobra un peso específico mucho mayor y resalta la necesidad del conteo automatizado de bolas y strikes.

El pobre dominio de la zona de strikes que han mostrado los diferentes jueces a lo largo de toda la postemporada ha sido lamentable y un atentado al buen espectáculo.

En ese momento, el choque iba 4-1, luego de que Washington descontara una y mostrara señales de recuperación.

Inexplicablemente, el manager A.J. Hinch cometió la torpeza de sacar de acción al mexicano José Urquidy, quien dio una muy grata sorpresa al trabajar cinco episodios inmaculados, con apenas dos hits, cero boletos y cuatro abanicados.

Urquidy tenía apenas 67 envíos, pero Hinch lo quitó y echó mano a su tambaleante bullpen, que estuvo a punto de echar por tierra el gran trabajo del abridor.

Para fortuna del manager, Bregman le enmendó el disparate con su jonrón con tres a bordo para abrir definitivamente el juego y garantizar que la serie regrese a Houston.

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Dave Martínez se olvidó del juego pequeño y los Houston Astros tomaron una peligrosa bocanada de oxígeno, al llevarse por 4-1 el tercer juego de la Serie Mundial.

Hubo una situación que pudo haber cambiado la decoración del juego a favor de los Washington Nationals, pero Martínez prefirió jugar al batazo y le dio vida a Zack Greinke, el abridor de los Astros que estuvo sentado sobre el cráter de un volcán durante las cuatro entradas y dos tercios que trabajó.

Con la pizarra 1-0 favorable a Houston, el venezolano Asdrúbal Cabrera y Ryan Zimmerman abrieron el segundo episodio con cañonazos consecutivos ante Greinke.

Con el receptor Kurt Suzuki en turno, la jugada que parecía indicada era el toque de bola de sacrificio, para poner en posición anotadora las potenciales carreras del empate y la ventaja.

Pero en ningún momento Suzuki hizo el más mínimo ademán de sacrificio, tal vez porque el manager creyó que todos los días son de fiesta.

Kurt Suzuki batea en J3 Serie Mundial (Washington Nationals)
Adam Glanzman/MLB Photos via Getty Images

Es cierto que apenas era el segundo inning, pero lo que dejas de hacer al principio te cuesta al final.

Además, estamos hablando de la Serie Mundial, donde hay que aprovechar cada detalle que te permita el rival.

El enmascarado había disparado jonrón ante Justin Verlander en el segundo juego de la serie, para romper un empate a dos carreras en ese momento, pero las probabilidades de que lo volviera a ser eran escasas, tratándose de un bateador que promedia apenas diez bambinazos por año, 131 en 13 campañas.

¿Resultado? Suzuki se ponchó sin tirarle y el siguiente bateador, el novato dominicano Victor Robles, bateó roletazo que sirvió para doble matanza que puso punto final a un inning que lucía grande.

¿Qué hubiera pasado de haberse sacrificado Suzuki? Eso nadie lo sabe, pero cuando se hacen mal las cosas, por lo general salen mal.

De todos modos, crédito al cuerpo de lanzadores de los Astros, que supieron sofocar cuanta amenaza montaron los Nacionales, cuyos bateadores fueron incapaces de producir esta vez a la hora buena.

Dice un axioma beisbolero que al que no hace, le hacen. Las cosas le empezaron a salir bien a los Astros, después de haber sido silenciados en su casa, mientras que Washington parece haberse gastado todo en el juego anterior, cuando fabricaron 12 carreras.

Con este resultado, Houston evita la barrida y todos los amantes del béisbol nos aseguramos tener espectáculo al menos hasta el domingo.

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“No se vaya nadie, señores, que esto se pone bueno”, diría el inmortal Buck Canel.

Los superfavoritos Houston Astros la tienen cuesta arriba ante unos Washington Nationals inspirados que se han burlado de pronósticos y apuestas.

Nadie, ni el más entusiasta seguidor de los Nacionales o el más pesimista fanático de los Astros, vio venir lo que aconteció durante los dos primeros partidos de la Serie Mundial en el Minute Maid Park de Houston.

El objetivo más realista de Washington, como siempre pasa en estos casos, era arrancarle un triunfo al rival para viajar con empate cuando las acciones se trasladasen a la capital.

Pero barrer en los dos choques como visitante y en uno de ellos de una manera tan contundente, se salió de todo presupuesto, sobre todo, porque enfrente tendrían a los dos candidatos al premio Cy Young de la Liga Americana.

Getty ImagesJustin Verlander sigue en deuda con los clásicos de octubre, en los que ahora exhibe un récord de 0-5 en seis aperturas, con 5.73 de efectividad.

Por la teoría de las probabilidades, a Gerrit Cole ya le tocaba perder, después de una racha de 19 triunfos en forma consecutiva.

Pero por esa misma teoría, ya era hora de que Justin Verlander ganara un juego en Serie Mundial, después de cuatro derrotas anteriores.

Sin embargo, la teoría no siempre se convierte en práctica. Cole perdió y Verlander sigue en deuda con los clásicos de octubre, en los que ahora exhibe un récord de 0-5 en seis aperturas, con 5.73 de efectividad.

Seguimos con la teoría de las probabilidades, porque eso es a lo que más pueden aferrarse ahora mismo los Astros, heridos de gravedad y obligados a jugar casi de manera perfecta.

Zack Greinke, abridor del tercer partido, ha tenido una postemporada para el olvido, con tres aperturas en las que ha permitido 15 hits y diez carreras limpias en 14 entradas, para una efectividad de 6.43.

Esos números no se corresponden con su calidad. Estamos hablando de un ganador de más de 200 juegos en su carrera, con un promedio de 3.35.

Entonces, parece que le tocaría ya dar el salto adelante y jugar a su verdadero nivel, justo cuando su equipo más lo necesita.

Y volvemos a las probabilidades. El venezolano Anibal Sánchez, un buen lanzador que no ha gozado nunca del estatus de superestrella, está inmerso en una postemporada de lujo.

En dos salidas ha trabajado 12.1 episodios y solamente ha aceptado una limpia y cuatro imparables, con 14 ponches y una efectividad minúscula de 0.71, números mucho mejores que su nivel real.

Entonces, ¿le correspondería fallar ya?

Esa es la teoría. En la práctica, los Nacionales han demostrado tener otras intenciones.

Remontar la serie después de un 0-2 inicial y hacerlo en territorio enemigo es difícil, pero no imposible.

Ya lo hicieron los New York Yankees de 1996, que perdieron los dos primeros encuentros en la Gran Manzana ante los Atlanta Braves y luego ganaron cuatro seguidos, tres de ellos como visitantes, para coronarse campeones.

Por supuesto que hay intangibles que no se miden en cifras. Hay jugadores promedio que se crecen en momentos definitorios, mientras que la vida está llena de casos de peloteros con carreras de Salón de la Fama que se achican y hasta se multiplican por cero.

¿Alguien dijo Clayton Kershaw?

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Este miércoles no habrá juego en el Bronx.

Los meteorólogos pronostican un 100 por ciento de probabilidades de lluvia durante toda la noche para la Gran Manzana. No 80, no 90...¡100 por ciento! El agua cae sí o sí, lo cual obligó a posponer el cuarto juego de la Serie de Campeonato de la Liga Americana, en la que los Houston Astros llevan ventaja de 2-1 sobre los New York Yankees.

En ese caso, los partidos 4 y 5 se van a disputar jueves y viernes en el Yankee Stadium y de ser necesarios, los encuentros 6 y 7 serían en el Minute Maid Park de Houston, sábado y domingo.

¿A cuál de los dos equipos beneficiaría más la suspensión por lluvia de este miércoles?

Tanto Aaron Boone, manager de los Yankees, como A.J. Hinch, de los Astros, habían anunciado que para el cuarto juego apelarían a un opener y el resto del bullpen.

En ese sentido, la ventaja parecería inclinarse a favor de los neoyorquinos, que cuentan con el mejor cuerpo de relevistas de todo el béisbol.

Sin embargo, los apagafuegos de Nueva York han tenido demasiado esfuerzo, con 15 entradas y dos tercios de trabajo, luego de que los abridores de James Paxton y Luis Severino apenas pudieran mantenerse sobre la lomita 2.1 y 4.1 episodios, respectivamente.

Pero ese día extra de descanso a causa de la lluvia le permitiría a ambos dirigentes echar mano a sus abridores del primer partido, Masahiro Tanaka y Zack Greinke, con su debido reposo.

En ese caso y teniendo en cuenta lo que hicieron en esa primera vez, la situación favorecería a los Yankees, pues Tanaka fue en extremo dominante y en los seis capítulos que trabajó, apenas realizó 68 lanzamientos y redujo a un solo hit el gasto ofensivo de sus rivales.

Greinke, por su parte, no ha podido hacerse justicia en esta postemporada, pues tanto frente a los Tampa Bay Rays en la serie divisional, como ante los Yankees en esta ALCS, ha sido sacudido con un total de nueve limpias y 12 hits en 9.2 entradas, para una efectividad de 8.38.

De paso, el bullpen de Nueva York recibiría también un merecido descanso, que igualmente beneficiaría al de Houston, cuyos relevistas apenas han tenido que trabajar ocho entradas en toda la serie.

Asimismo, el crucial quinto partido estaría reservado para Paxton en casa, donde ha sido mucho más efectivo que en la carretera.

En el Yankee Stadium, el zurdo canadiense tuvo en la campaña regular 15 aperturas, en las que dejó récord de 7-3, con promedio de 3.55, mientras que como visitante lo hizo para 8-3 y 4.33 en 14 salidas.

Su rival, Justin Verlander, no tiene mucha diferencia entre lanzar en casa o fuera de ella. De hecho, lo hizo mejor como visitador, con 11-2 en 17 juegos (2.82), mientras que en la misma cantidad de partidos en Houston tuvo balance de 10-4, aunque con mejor efectividad de 2.34.

Otra ventaja que podrían tener los Yankees con una eventual suspensión por lluvia es que Giancarlo Stanton consiga recuperarse para volver a la alineación, ya sea como jardinero izquierdo o como bateador designado.

Boone está obligado a mover la alineación, olvidarse de los nombres y apelar a los hombres, si no quiere que la serie se le vaya de las manos.

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Me extraña que en estos tiempos de tanta analítica, el manager de los New York Yankees, Aaron Boone, no haya revisado el historial de Edwin Encarnación en postemporadas antes de armar su alineación.

Encarnación, uno de los bateadores más poderosos de todas las Grandes Ligas en la última década, ha sucumbido históricamente a la presión de la postemporada y en esta no es una excepción.

El dominicano está en su novena serie de playoffs. Fue a cinco con los Toronto Blue Jays y a dos con los Cleveland Indians, además de las actuales con los Yankees.

En total, en 113 turnos ha disparado 26 hits, para average de .230, con cuatro jonrones, 16 impulsadas, 28 ponches y un slugging de apenas .381.

Desde la serie divisional ante los Texas Rangers en el 2016 no pega un bambinazo en postemporada.

Edwin Encarnacion
Noah K. Murray-USA TODAY Sports

A partir de ahí, sus números han ido en picada, con nueve imparables en 57 turnos en las siguientes cinco series de playoffs (.158), 19 abanicados y únicamente cuatro remolcadas.

Tuvo una buena serie divisional ante los Minnesota Twins, pero contra los Houston Astros va de 8-0, con seis ponches.

Su compatriota Gary Sánchez no se queda atrás. Si bien ha mejorado bastante a la defensiva de un año a otro, su bate está totalmente apagado.

Suma dos imparables en 17 veces en toda la postemporada, con ocho chocolates y va de 9-1 contra Houston, con cuatro outs por la vía de los strikes.

También su historial en playoffs es horrible: average de .182 (88-16), con 32 ponches, cinco jonrones y 13 empujadas en siete series.

Urge hacer movimientos en la alineación, pues mientras DJ LeMahieu, Gleyber Torres y Aaron Judge están cargando con el peso ofensivo del equipo, de pronto hay un hueco en el orden al bate entre el cuarto (Encarnación) y el sexto (Sánchez), que le está dando demasiado respiro a los lanzadores rivales.

En la acera de enfrente también pasan cosas. El joven cubano Yordan Alvarez, principal candidato a Novato del Año en el joven circuito, no ha visto la luz en esta serie ante los Yankees, al irse en blanco en siete turnos, cinco de ellos por ponche.

Su compatriota Yuli Gurriel también anda buscando aún su primer imparable en la serie, aunque en su caso, ha tenido buenos contactos, no ha abanicado y simplemente la suerte no lo ha acompañado, víctima de buenos fildeos de la defensa rival.

Pero el hecho es que Alvarez y Gurriel, ubicados quinto y sexto por el manager A.J. Hinch, llevan de 14-0, lo cual contrasta con los dos hombres que los preceden, José Altuve y Alex Bregman, que han sido los dos mejores bateadores del conjunto.

En sentido general, la ofensiva de los Astros ha dejado mucho que desear, incluso, desde la serie divisional ante los Tampa Bay Rays.

George Springer y Carlos Correa fueron fundamentales en el segundo partido, pero un juego no es garantía de que hayan despertado.

Springer, como hombre proa, va de 29-4 (.138) en esta postemporada, con ocho chocolates, una sola impulsada y un paupérrimo OBP de .194.

Y Correa, más allá de su jonrón heroico del domingo, batea para .185 (27-5) y ha abanicado 12 veces.

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Tuvieron que pasar 95 años para que un equipo de Washington D.C. volviera a ganar una serie de Postemporada en las Grandes Ligas, desde que los desaparecidos Senators se coronaron campeones mundiales en 1924.

Por primera vez desde que se convirtieron en los Washington Nationals, la franquicia que surgió en 1969 como Montreal Expos consiguió ganar una serie de Playoffs y ahora irán ante los St. Louis Cardinals en la Serie de Campeonato de la Liga Nacional y un hombre que no debió estar en el Juego 5 ante Los Angeles Dodgers, al final, se convirtió en el héroe: Howie Kendrick, cuyo grand slam en el décimo inning enmudeció a Dodger Stadium.

Kendrick cometió varios errores defensivos en jugadas elementales a lo largo de la serie, admeás de que tampoco había sido productivo con el madero y pocos entendían por qué en extra innings, el manager Davey Martínez no lo había reemplazado en segunda base por Brian Dozier.

Sin embargo, el veterano de 36 años disparó el que posiblemente haya sido el batazo más importante de su carrera y así será recordado: como el hombre que de un solo swing frustró, una vez más, a los aficionados de Dodgers.

Rob Leiter/MLB Photos vía Getty ImagesHowie Kendrick celebra el grand slam que envió a los Nationals a la antesala de la Serie Mundual y con el que sepultó las aspiraciones de Dodgers.

Dave Roberts no se equivocó, cosa rara, al poner a Clayton Kershaw de relevo por Walker Buehler. Simplemente, le salió mal. Kershaw entró en la séptima entrada con dos outs y con solamente tres envíos ponchó a Adam Eaton.

En el octavo inning permitió los dos jonrones consecutivos de Anthony Rendon y Juan Soto que igualaron las acciones, pero a lo largo de su historia, como relevista, Kershaw lo había hecho muy bien en Postemporada. Su problema era como abridor. Ahora, parece que el problema se hizo extensivo a la función de apagafuegos.

Podrá llegar hasta el Salón de la Fama de Cooperstown, pero, hasta ahora, Kershaw sigue como la versión moderna de Don Newcombe, aquella estrella que tuvieron los Dodgers en los años 50, cuando jugaban aún en Brooklyn, y que nunca pudo ganar un partido en Postemporada.

Lo que nunca aprendió Roberts a lo largo de tantos años de fracasos y frustraciones es que la Postemporada no se puede dirigir de la misma manera que los juegos del calendario regular.

Ese cambio diario de alineación le ha costado demasiado al equipo bajo su mandato, sea él o los sabermétricos de la oficina quienes armen el orden al bate.

En el último juego que ganaron los Dodgers ante Washington, el tercero de los cinco, fue Russell Martin el héroe indiscutido con un jonrón y cuatro carreras impulsadas. Fue su única aparición en toda la serie, cuando la lógica indicaba que un bateador que de pronto se calentó, debería aprovecharse al máximo en un torneo tan corto.

Ese es sólo un ejemplo de tantos que pudieran mencionarse en la racha de fracasos de este manager.

La pregunta de muchos ahora es si Roberts sobrevivirá después de una caída tan estrepitosa.

Quizás el culpable no sea el dirigente. Fracasó Don Mattingly; fracasó Roberts. Tal vez sea el equipo o la manera en que se maneja desde las oficinas.

Así de grandioso es el beisbol.

La gran mayoría daba por seguro que el equipo de Los Angeles iría a su tercera Serie Mundial consecutiva, pues no se vislumbraba ningún rival capaz de atravesársele en el camino, sobre todo después de ganar 106 partidos, la mayor cantidad en la historia de la franquicia, y de dominar con suma comodidad su división.

Y de golpe, los Nationals, con su trío de serpentineros formado por Max Scherzer, Stephen Strasburg y Patrick Corbin, quien se reivindicó con buen relevo, parecen favoritos ante los Cardinals para llegar por primera vez al Clásico de Otoño.

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Luego de la paliza que los Tampa Bay Rays le propinaron a Zack Greinke para mantenerse con vida en la serie divisional, el manager de los Houston Astros, A.J. Hinch, anunció que el derecho Justin Verlander será su abridor en el cuarto encuentro, aunque con sólo tres días de descanso.

La decisión no deja de ser arriesgada, posiblemente movida por el pánico que pueda haberle provocado a Hinch la derrota de este lunes con pizarra de 10-3.

Verlander, que en el partido inaugural de esta serie realizó 100 envíos en siete innings, nunca ha lanzado con tres días de descanso.

Repito: Nunca.

Con cuatro días, a lo largo de su carrera, ha iniciado 247 partidos, en los que ha conseguido131 triunfos y 66 reveses, con una efectividad de 3.12.

Con cinco jornadas de reposo, trabaja para 77-55 y promedio de limpias de 3.65 en 166 aperturas, mientras que con seis o más días de descanso tiene17-8 y efectividad de 3.28 en 40 salidas.

¿Qué tal si forzar al veterano derecho a trabajar con poco descanso le sale mal a Hinch y los Astros pierden el juego?

Ello, obligatoriamente, lo forzaría a echar mano para el quinto y decisivo encuentro con Gerrit Cole, también con poco descanso.

A.J. Hinch y Juston Verlander (Houston Astros)
AP Photo/Charles Krupa

Cole, aunque mucho más joven que Verlander, tampoco ha trabajado jamás con tres días de reposo y tuvo 110 pitcheos en su magistral faena del sábado pasado.

Con cuatro días, en 100 aperturas tiene 55-25 y efectividad de 2.72.

Con cinco días exhibe récord de 26-18 y promedio de limpias de 3.86 en 63 partidos, mientras que con seis o más días de asueto lo hace para 13-9 y 3.66 en 29 oportunidades.

¿Vale la pena correr ese riesgo, teniendo en cuenta que los Rays ya no tienen por el resto de la serie al veterano Charlie Morton, autor de las dos victorias que tiene el equipo en la actual postemporada?

Morton ganó el juego de los comodines ante los Oakland Athletics y luego superó a su antiguo equipo este lunes.

El manager Kevin Cash echará mano del dominicano Diego Castillo, inmaculado hasta ahora en tres y dos tercios, aunque siempre de relevo.

Y teniendo en cuenta su filosofía, Cash lo levantará al primer parpadeo y apelará a su bullpen.

Precisamente, si fallaran por poco descanso Verlander y Cole, el cuerpo de relevo de Houston es su punto más débil.

Sería lamentable que por entrar en pánico temprano, el equipo más completo de todo el béisbol se quede tan pronto en el camino.

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Ya están listos los cinco equipos de la Liga Nacional que irán a la postemporada y parecen casi definidos los clasificados por la Americana a la fiesta de octubre, pero cuando nos encaminamos al último fin de semana del calendario regular, todavía queda tela por donde cortar.

En el viejo circuito, los Atlanta Braves y Los Angeles Dodgers aseguraron hace rato sus respectivos banderines divisionales del Este y el Oeste, mientras que los St. Louis Cardinals, los Washington Nationals y los Milwaukee Brewers ya aseguraron sus boletos a los playoffs.

Sin embargo, los Cardenales, líderes en la división central, todavía no terminan de finiquitar ese asunto y los Cerveceros podrían darle alcance y enviarlos al infartante partido entre comodines ante los Nacionales.

St. Louis (90-69) exhibe una ventaja de juego y medio sobre Milwaukee (88-70), que tiene un partido más por celebrar.

Los Cerveceros son el equipo más caliente de la actualidad en la Nacional, con diez triunfos en sus últimos 11 choques y 13 en 15 desde que perdieron a su estrella Christian Yelich por una lesión el 10 de septiembre en Miami.

Lo interesante de la tropa que comanda Craig Counsell es la manera en que se ha comportado el cuerpo de lanzadores en esta recta final.

En diez de esos últimos 11 partidos, los serpentineros de Milwaukee han tolerado tres o menos carreras, mientras que sus bateadores han producido 56 anotaciones.

A los Cerveceros les resta un partido este jueves en Cincinnati y tres choques en Colorado, mientras que los Cardenales recibirán en casa durante viernes, sábado y domingo a los Chicago Cubs.

Pero suponiendo que St. Louis consiga aguantar la presión y termine coronándose en la división central, a Milwaukee le queda el incentivo de tratar de luchar por el primer comodín que ahora ostenta Washington con un juego de ventaja.

El orden de los wildcards es clave, pues define cuál de los dos juega en su casa el partido de muerte súbita.

El equipo de la capital tendrá un fin de semana complicado, con una serie interligas contra los Cleveland Indians, el único de los 30 equipos que ahora mismo está fuera del cuadro de clasificados, pero que todavía conserva opciones de entrar al baile.

Antes, los Nacionales deberán celebrar un choque este jueves ante los Philadelphia Phillies y ante el sentido de urgencia, el manager Dave Martínez echará mano en tres de esos cuatro desafíos a sus tres caballos de la lomita.

Stephen Strasburg va contra los Filis y Patrick Corbin y Max Scherzer abrirán sábado y domingo, respectivamente, contra la Tribu, con el novato Austin Voth intercalado en el primer juego de la serie el viernes.

El tener que apelar a estos tres astros en esta recta final deja a Martínez con pocas opciones para el juego de comodines del próximo martes: o va con Strasburg con un día menos de descanso o se las juega todas con el veterano venezolano Anibal Sanchez.

Desde que esta franquicia nació en 1969 con el nombre de Expos, en la ciudad canadiense de Montreal, nunca ha podido pasar de la primera ronda en las cinco ocasiones anteriores en que clasificó a la postemporada.

En 1981, los Expos perdieron la serie de campeonato de la Liga Nacional (entonces no había playoffs divisionales) contra los Dodgers.

Desde que se mudaron a Washington en el 2005, los Nacionales perdieron las series divisionales del 2012, 2014, 2016 y 2017.

Getty ImagesLos Indians todavían compiten por un lugar en el comodín en la Americana.

Tres por dos boletos en la Americana

En el joven circuito, los Minnesota Twins recién se coronaron en la división central y todo indica que rivalizarán en la primera ronda ante los New York Yankees, campeones del Este, ya que los Houston Astros, reyes del Oeste, se han despegado en la lucha por el mejor récord de todo el béisbol.

Los Astros (104-54) cierran su calendario con una serie de cuatro encuentros de jueves, viernes, sábado y domingo contra Los Angeles Angels en Anaheim.

Los Yankees (102-57) se van hasta Arlington para sus tres partidos finales ante los Texas Rangers.

Y entonces queda la batalla por los comodines, que ahora mismo tienen en la mano los Oakland Athletics (95-63) y los Tampa Bay Rays (95-64), con apenas media raya de diferencia entre ambos.

A Oakland le faltan cuatro juegos entre jueves y domingo con los Seattle Mariners y a los Rays tres con los Toronto Blue Jays.

Para ambos conjuntos son cruciales estos desafíos no sólo para resistir los embates de los Indios, sino para ver cuál de los dos juega como home club el juego de vida o muerte del próximo miércoles.

Por su parte, Cleveland la tiene muy difícil, aunque no imposible, pero esa diferencia de 1.5 se hace enorme, dado el poco camino que queda por recorrer.

Los Indios recibieron una valiosísima ayuda de último momento con la reincorporación del dominicano José Ramírez, cuando se pensaba que estaría fuera de acción hasta el 2020.

En dos partidos desde que regresó lleva tres jonrones y ocho carreras impulsadas en seis turnos.

Pero la derrota que sufrió Cleveland el miércoles en la noche ante los Chicago White Sox podría haber sido la más costosa de toda la temporada.

A Terry Francona y compañía le falta un último partido contra Chicago el jueves y los tres de la serie interligas ante los Nacionales, que será, sin dudas, la más dramática de todas las del fin de semana.

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Del béisbol que se jugaba hace 20 años apenas queda un recuerdo.

Entonces, los managers tenían más autoridad, aplicaban múltiples estrategias y el juego era tácticamente más rico.

También era la época en que el uso de sustancias para mejorar el rendimiento deportivo era rampante y muchos peloteros parecían más linieros de la NFL que beisbolistas.

Para bien, el tema de los esteroides se atajó con una política cada vez más restrictiva que si bien no logró eliminar el problema por completo, lo limitó a unos pocos que siempre intentarán burlar al sistema.

Pero en las últimas dos décadas —o más específicamente, en los pasados diez años— el béisbol se empobreció en muchos sentidos, tanto desde el punto de vista estratégico, hasta del entendimiento por los fanáticos, confundidos con nuevos análisis estadísticos que buscan —y no siempre encuentran— la excelencia atlética.

Olvidemos por un momento las pelotas adulteradas del 2019, con todo y que el comisionado Rob Manfred insista en negarlo, que han traído como resultado una explosión jonronera inédita, mayor aun que en la era de los esteroides y que ha inflado los números de muchos bateadores que en otros tiempos ni soñaban con disparar tantos bambinazos.

Getty ImagesSammy Sosa y Mark McGwire fueron las dos principales figuras de las Grandes Ligas a finales de los noventa.

El juego se ha simplificado tanto que ya sólo importa enviar la pelota más allá de las cercas.

Los sencillos, dobletes y triples ya han pasado a un segundo plano y ni hablar de intentar ganar una base extra con un robo o adelantar un corredor con un toque de sacrificio.

Y de igual manera, a la par de los vuelacercas, han subido los abanicados.

Es o todo o nada. O jonrón o ponche.

Pero, aunque parezca una paradoja, este béisbol de ahora es menos ofensivo, a juzgar por las estadísticas, tanto las tradicionales, como las sabermétricas, a pesar de esta hemorragia de cuadrangulares única en la historia.

Si comparamos los promedios por juego de la temporada de 1999 con la que está a punto de concluir, observamos que las únicas cifras que han subido son las de jonrones y los chocolates.

Morir por la vía de los strikes no es un out más, como algunos pretenden hacer ver. Poncharse anula por completo la posibilidad de jugada y le da una bocanada de oxígeno al lanzador.

Hace 20 años, los bateadores se tomaban 6.41 ponches por juego. Ahora lo hacen en 8.77 ocasiones.

Dos décadas atrás, se disparaban 1.14 bambinazos por choque, cifra que se ha elevado a 1.40 en el 2019.

Pero más vuelacercas no necesariamente implican más carreras, sino que es la manera más directa de producir una anotación.

Volvamos dos décadas atrás en el tiempo y observemos los diferentes promedios en otros indicadores y a su lado, entre paréntesis, los indicadores del 2019.

En los partidos se anotaban como media hace 20 años 5.08 carreras, mientras que ahora son solamente 4.84.

En 1999 se bateaban 9.15 imparables por encuentro (8.66 hoy), los dobles eran 1.80 (1.76), triples 0.19 (0.16), bases robadas 0.70 (0.47), los sacrificios de toques 0.33 (0.16). El average promedio de las Grandes Ligas fue de .271, mientras ahora es de .253.

Aunque la sabermetría valora más el porcentaje de embasamiento, hace 20 años la gente llegaba más a las almohadas, con un OBP de .345 por .323 en la actualidad.

Esas diferencias decimales, si bien a simple vista pueden parecer ínfimas, cuando se multiplican por los más de 4.800 juegos que componen el calendario regular hacen números globales muy superiores.

Entonces, esta simplificación del juego, esta apuesta a todo o nada entre el jonrón y el ponche, está alejando al público de los estadios.

En 1999, todavía fresca en la memoria de los fanáticos la huelga de 1994, la asistencia total en temporada regular superó los 70 millones.

A menos de una semana para que concluya la presente contienda, la cifra anda en poco más de 66 millones, la menor desde 1997.

A eso súmenle la pobre promoción que la actual administración de las Grandes Ligas le hace al béisbol.

¿Desde hace cuánto tiempo no vemos a un pelotero protagonizando un anuncio comercial en televisión, como hacen los deportistas de la NFL o la NBA?

Si mi memoria no me falla, el último fue Derek Jeter a principios de los 2000, quien participó en un anuncio de Gillette junto al golfista Tiger Woods y otros atletas de diferentes disciplinas.

No es extraño entonces que los beisbolistas no aparezcan casi nunca en la lista de ESPN de los 100 deportistas más famosos del mundo, a pesar de ser un juego que practican más de 65 millones de personas en 140 países de todo el planeta.

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